¿Cómo soltar
aquello en lo que pusimos tanto?
¿Cómo replegar el corazón cuando fue tan expansivo?
Joan Garriga
¿Cómo replegar el corazón cuando fue tan expansivo?
Joan Garriga
Según un cuento Sufí,
el Mulla Nasrudín, agotado y sediento tras un largo viaje, llegó a un mercado
de la India. Al pasear entre sus puestos, quedó fascinado al ver en uno de
ellos unos frutos rojos que parecían ser muy frescos y jugosos. Tan bueno era
su aspecto que decidió comprar varios kilos. Sin más tiempo que perder, buscó
una sombra donde empezar a devorarlos. Nada más dio el primer bocado, el Mulla
comenzó a sudar y a ponerse colorado. Casi echaba fuego por la boca y, a pesar
de ello, Nasrudín no dejaba de comerlos. Al verle en ese estado, un transeúnte
no puedo evitar preguntarle:
– Pero, ¿qué haces
comiendo tantos pimientos picantes con este calor tan terrible?
– No estoy comiendo pimientos – respondió Nasrudín –, me estoy comiendo mi inversión.
El sentido de seguir
comiendo pimientos picantes cuando por dentro estás muriendo
es el mismo sentido que el de seguir al lado de una persona con quien hace tiempo no eres feliz: ninguno.
De una manera u otra,
toda historia de amor es el resultado de la puntualidad entre dos personas que,
fruto de una elección o una casualidad, coinciden a una misma hora en un mismo
lugar. (Un mínimo retraso, así como una pequeña confusión en las coordenadas,
es suficiente para cambiar el destino y desarrollo de dos vidas que, en las
circunstancias adecuadas).
La puntualidad, no obstante, no es solo
determinante para el momento de encuentro, sino también para el momento de
partida: tan importante como saber cuándo
llegar, es saber cuándo marcharse.
http://www.eluniversodelosencillo.com/dejate-sorprender/
Un profesor de economía, nos hablaba
hace mucho tiempo ya, de la “testarudez del inversor”. Esa especie de empeño en
seguir en lo que se ha invertido porque de otra forma, abandonarlo, nos
llevaría al fracaso más absoluto y la ruina de intenciones.
A veces, seguimos empeñados en
permanecer dentro de las arenas movedizas porque en un principio creíamos que
aquello era un oasis y nos fuimos acercando, e incluso abonamos y regamos el
terreno con demasiado denuedo. Cuando comprobamos la falsedad del suelo que
pisamos, es tarde. Tarde para retroceder, tarde para echar de nuestra vida lo
que creímos el centro de ella, tarde para reconocer que siempre es mejor
empezar de nuevo que repetir el infortunio.
Y sin embargo, hay que saber que el agua
fresca nos espera, que el picor de los pimientos picantes del cuento de
Nasrudín se pasa.
Hay que acercarse a la fuente y no
seguir comiendo aquello que seguro nos sentará mal.
La testarudez del inversor se supera con
las expectativas del descubridor.
Muévete. Sal. Haz. Descubre. Encuentra.
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