Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 9 de marzo de 2017

¿CÓMO SOLTAR AQUELLO EN LO QUE PUSIMOS TANTO?



¿Cómo soltar aquello en lo que pusimos tanto?
¿Cómo replegar el corazón cuando fue tan expansivo?
Joan Garriga
Según un cuento Sufí, el Mulla Nasrudín, agotado y sediento tras un largo viaje, llegó a un mercado de la India. Al pasear entre sus puestos, quedó fascinado al ver en uno de ellos unos frutos rojos que parecían ser muy frescos y jugosos. Tan bueno era su aspecto que decidió comprar varios kilos. Sin más tiempo que perder, buscó una sombra donde empezar a devorarlos. Nada más dio el primer bocado, el Mulla comenzó a sudar y a ponerse colorado. Casi echaba fuego por la boca y, a pesar de ello, Nasrudín no dejaba de comerlos. Al verle en ese estado, un transeúnte no puedo evitar preguntarle:

– Pero, ¿qué haces comiendo tantos pimientos picantes con este calor tan terrible?

– No estoy comiendo pimientos – respondió Nasrudín –, me estoy comiendo mi inversión.

El sentido de seguir comiendo pimientos picantes cuando por dentro estás muriendo es el mismo sentido que el de seguir al lado de una persona con quien hace tiempo no eres feliz: ninguno.

De una manera u otra, toda historia de amor es el resultado de la puntualidad entre dos personas que, fruto de una elección o una casualidad, coinciden a una misma hora en un mismo lugar. (Un mínimo retraso, así como una pequeña confusión en las coordenadas, es suficiente para cambiar el destino y desarrollo de dos vidas que, en las circunstancias adecuadas).

 La puntualidad, no obstante, no es solo determinante para el momento de encuentro, sino también para el momento de partida: tan importante como saber cuándo llegar, es saber cuándo marcharse.

La puntualidad no es solo llegar a la hora, es también marcharse a tiempo”.


http://www.eluniversodelosencillo.com/dejate-sorprender/

Un profesor de economía, nos hablaba hace mucho tiempo ya, de la “testarudez del inversor”. Esa especie de empeño en seguir en lo que se ha invertido porque de otra forma, abandonarlo, nos llevaría al fracaso más absoluto y la ruina de intenciones.

A veces, seguimos empeñados en permanecer dentro de las arenas movedizas porque en un principio creíamos que aquello era un oasis y nos fuimos acercando, e incluso abonamos y regamos el terreno con demasiado denuedo. Cuando comprobamos la falsedad del suelo que pisamos, es tarde. Tarde para retroceder, tarde para echar de nuestra vida lo que creímos el centro de ella, tarde para reconocer que siempre es mejor empezar de nuevo que repetir el infortunio.

Y sin embargo, hay que saber que el agua fresca nos espera, que el picor de los pimientos picantes del cuento de Nasrudín se pasa.

Hay que acercarse a la fuente y no seguir comiendo aquello que seguro nos sentará mal.

La testarudez del inversor se supera con las expectativas del descubridor.

Muévete. Sal. Haz. Descubre. Encuentra.  

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