Nuestra mente lo es todo. Puede ser un remanso de paz o un aballo
desbocado. Todo depende de uno mismo. De aquello a lo que queramos alimentar. Lo
que decidamos ser.
Serenar la mente, acallar el vendaval que la enfurece, dominar las bridas
que tiran fuerte para desbocarla y propiciar el equilibrio entre lo que
pensamos y hacemos nos garantizará buena parte de la felicidad que añoramos.
Veamos este breve relato al respecto
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Ryoto, joven monje budista, se queja de no
poder mantener la mente en reposo. Su mente salta sin parar, como un cabrito…
“O como un elefante salvaje”, dice el viejo
maestro zen.
Ryoto, al ver brillar los ojos del maestro,
adivina que va a contarle una historia, y se sienta a sus pies a la sombra de
un banano.
Renki era un elefante salvaje que
capturaron a la edad de tres años. Cuerpo de color gris claro sin mácula,
defensas largas, finas y puntiagudas, orejas de perfecta forma triangular, un
hermoso macho al que su amo, un comerciante de elefantes amaestrados, esperaba
vender a buen precio al señor del reino.
Sujetaron a Renki a una estaca, al cabo de
una cuerda muy sólida. El joven elefante empezó a debatirse con energía, con
furia; coceaba, pisoteaba salvajemente la tierra con sus pesadas patas, lanzaba
bramidos que partían el alma. Pero la estaca estaba bien clavada, y la cuerda
era gruesa.
Renki no podía soltarse ni de una ni de
otra. Entonces le entró una rabia desesperada, mordía el aire, con la trompa
alzada, bramando lastimeramente hacia el cielo. Se agotaba de tantos esfuerzos
y gritos.
Y de repente, una mañana, Renki se serenó,
ya no volvió a tirar de la cuerda, ni a maltratar el suelo a cuatro patas, no
volvió a hacer temblar los alrededores con sus bramidos. Entonces el amo lo
soltó.
Pudo ir de un lugar a otro, llevando un barril de agua, saludando a todo
el mundo, prestando servicio a la comunidad. Fue feliz y libre.
Tu pensamiento es como un elefante salvaje, dice el viejo maestro a su
discípulo. Coge miedo, salta en todos los sentidos y brama a los cuatro
vientos.
Tu “atención” es la cuerda, y el “objeto escogido para tu meditación” es la
estaca clavada en el suelo. Serena tu pensamiento, domestícalo, y conocerás el
secreto de la verdadera libertad.
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