Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 8 de febrero de 2016

ADIESTRAR EL PENSAMIENTO



Nuestra mente lo es todo. Puede ser un remanso de paz o un aballo desbocado. Todo depende de uno mismo. De aquello a lo que queramos alimentar. Lo que decidamos ser.

Serenar la mente, acallar el vendaval que la enfurece, dominar las bridas que tiran fuerte para desbocarla y propiciar el equilibrio entre lo que pensamos y hacemos nos garantizará buena parte de la felicidad que añoramos.

Veamos este breve relato al respecto
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Ryoto, joven monje budista, se queja de no poder mantener la mente en reposo. Su mente salta sin parar, como un cabrito…
“O como un elefante salvaje”, dice el viejo maestro zen.

Ryoto, al ver brillar los ojos del maestro, adivina que va a contarle una historia, y se sienta a sus pies a la sombra de un banano.

Renki era un elefante salvaje que capturaron a la edad de tres años. Cuerpo de color gris claro sin mácula, defensas largas, finas y puntiagudas, orejas de perfecta forma triangular, un hermoso macho al que su amo, un comerciante de elefantes amaestrados, esperaba vender a buen precio al señor del reino. 

Sujetaron a Renki a una estaca, al cabo de una cuerda muy sólida. El joven elefante empezó a debatirse con energía, con furia; coceaba, pisoteaba salvajemente la tierra con sus pesadas patas, lanzaba bramidos que partían el alma. Pero la estaca estaba bien clavada, y la cuerda era gruesa. 

Renki no podía soltarse ni de una ni de otra. Entonces le entró una rabia desesperada, mordía el aire, con la trompa alzada, bramando lastimeramente hacia el cielo. Se agotaba de tantos esfuerzos y gritos. 

Y de repente, una mañana, Renki se serenó, ya no volvió a tirar de la cuerda, ni a maltratar el suelo a cuatro patas, no volvió a hacer temblar los alrededores con sus bramidos. Entonces el amo lo soltó. 

Pudo ir de un lugar a otro, llevando un barril de agua, saludando a todo el mundo, prestando servicio a la comunidad. Fue feliz y libre. 

Tu pensamiento es como un elefante salvaje, dice el viejo maestro a su discípulo. Coge miedo, salta en todos los sentidos y brama a los cuatro vientos. 

Tu “atención” es la cuerda, y el “objeto escogido para tu meditación” es la estaca clavada en el suelo. Serena tu pensamiento, domestícalo, y conocerás el secreto de la verdadera libertad.


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