Todos
oímos, mejor o peor, pero escuchamos bastante poco y mal. Lo más frecuente es
que oigamos para responder, no para comprender.
La
mayoría de las veces, lo que nos dicen los demás es solamente un pretexto para explicar
lo nuestro. Hablamos y decimos más de lo que los otros quisieran escuchar.
Hasta el punto de haber gente que se implica en un monólogo incesante lleno
solamente de sí mismo.
Siempre
se ha dicho que tenemos dos oídos para oír y una sola boca para hablar, lo que
debería suponer escuchar más y hablar menos. Los beneficios serían inmediatos.
Tendríamos tiempo para procesar lo que oímos y lo mejor, para filtrar el
mensaje que nos ofrecen o el que emitamos nosotros.
No
adelantarse, muchas veces, significa ganar la partida.
En
realidad, es difícil dominar el ego. Pareciese que lo que nos cuentan es motivo
suficiente para lanzarnos al vacío e invadirlo todo. No sabemos callar. Hacer
silencio alrededor. Saborear la escucha. Pensar y no decir. Recogernos y no
salir más allá de los labios.
Deberían
enseñarnos a resistir la tentación de responder con rapidez. Deberían educarnos
el oído, la escucha, la audición. Y entonces…oiríamos los sonidos invisibles,
las ondas que chocan en el aire, los chasquidos de cada pausa después de cada
vocablo, el silencio sonoro que se siente después de cada ausencia de palabras.
Seguro
que nos hemos propuesto muchas veces escuchar más. No tratar de salvar al que cuenta antes de saber lo que le sucede. No ser
los sabelotodo de turno. Los que rebatimos y cuestionamos. Los que tenemos la
verdad inamovible. Aquellos que digan…”Te lo digo yo que tengo mucha
experiencia…”
Nadie
puede dar lecciones de vida porque la vida es para cada uno única y nadie tiene
nuestras respuestas.
Lo
que si podemos es escuchar antes de superponer nuestras opiniones y
comentarios, antes de creer que para el otro tenemos todas las soluciones en el
saco de nuestra historia.
Escuchemos
más, filtremos mejor y digamos solamente aquello que cumpla esas tres premisas
de Sócrates: …”Lo que voy a decir es verdad, bueno para la otra persona y útil”…de
lo contrario, no lo digo.
Hola Loli. ¡Qué buenísima eres! Cuantas veces he pensado y me ha pasado lo que tu tan brillantemente has escrito. Un beso. Joaquín
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