Domingo anterior
El hombre se volvió de pronto mirando al exterior sin moverse.
Estaba seguro de que Swa le había seguido. La esperaba.
Continuó hablando. Se dirigió al fondo de la habitación para servirse
una copa.
Era la oportunidad que estaba esperando para alcanzar aquel
objeto. Se quitó los zapatos.
Mientras avanzaba sigilosamente por aquella tarima de madera, un
ruido inesperado llamó la atención de aquel hombre (…)
Relato del Domingo 24 de enero de 2016
Alguien había cerrado de golpe el portón de la entrada. Rápidamente
se acercó a la puerta entreabierta para comprobar lo que sucedía.
Swa retrocedió rápidamente escondiéndose tras un murete de plantas
que flanqueaban la vivienda.
El móvil de Owen seguía depositado en el aparador. El hombre sacó
la cabeza por la rendija de la puerta sin avanzar más mientras continuaba
hablando por teléfono.
.- Es él. Le estuve observando desde el primer momento que llegó.
No, no. No tengo dudas, Aquí está su móvil. Creo que podremos obtener mucha información
ahora.- Su interlocutor hablaba muy alto; tanto que Swa podía entender algunas
palabras. De pronto, comenzaron a hablar en otro idioma acaloradamente.
Tenía que llegar hasta aquel móvil por lo que nuevamente inició el
recorrido hasta él.
El desconocido estaba allí mismo pero ahora de espaldas.
Sigilosamente se acercó alargando su mano, desde lejos, para alcanzarle.
Temblorosa y angustiada notó el tacto de su funda. Estaba húmeda. Lo agarró
mejor comprobando que en realidad estaba lleno de agua. No podía creerlo.
Estaba inservible. En ese momento se dio cuenta de que nada podía hacerse y de
que arriesgaba su vida por un objeto estropeado.
El desconocido se dio la vuelta en aquel instante viendo la mano de
Swa sobre el móvil. De pronto se acercó y aplastó su mano contra la de ella.
Un grito sordo enmudeció aún más el ambiente. Con la otra mano
agarró el brazo de Swa y la introdujo, de un tirón, hacia el interior de la
estancia cerrando de golpe la puerta.
Owen, mientras tanto, esperaba que aquel amable camarero terminase
la conversación que había iniciado con su compañero de trabajo.
Estaba confundido y asustado. No solamente había perdido el móvil,
sino también a su bella mujer china que en aquellos momentos, ya, era más
valiosa.
El camarero colgó la llamada.
.-Sí hemos tenido suerte. Mi compañero conoce al hombre que cogió
el móvil. Vive muy cerca de aquí. Se llama Henry Stuart.
.- Supongo que sabe entonces dónde vive.
.-Por supuesto. Es un conocido empresario de joyas. Todos le
conocemos. Pero no querría tener problemas con
él.- Owen captó inmediatamente el mensaje. Era sin duda un hombre
peligroso. No le importaba. Llevaba con él su pistola y la usaría si fuera
necesario.
.-¿Puede indicarme cómo llegar a su casa?. Yo mismo puedo
acompañarle pero no entraré.
.-No es necesario. Solamente quiero saber dónde es.
Ambos, en silencio, caminaron calle abajo hasta llegar al portón de
la casa en la que Swa estaba prisionera.
Steve y Valeria se encontraban, en aquel momento, contándose sus
vidas animosamente. No podían imaginar lo que estaba sucediendo. Sin embargo,
una intuición poderosa llenó de malestar al amigo de Owen.
.-Valeria estoy aquí por una misión de la que aún no puedo
hablarte. Tengo que ver a Owen rápidamente pero no quiero perderte. Te
acompañaré al hotel. Te llamaré Valeria, te llamaré de nuevo.
Llamó a un taxi y se encaminaron al hotel de Valeria. Ella apoyó su
cabeza en el hombro de Steve durante el trayecto. En silencio y con la mano
entrelazada en la de la rubia mujer, Steve supo que estaba ante la mayor
aventura de su vida.
Swa palideció cuando vio la cara de aquel hombre. Le conocía. Supo
que nunca saldría de allí viva. (…)
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