DOMINGO
ANTERIOR…
Se
detuvo frente a una habitación apartada. Abrió lentamente. Al fondo, Marco
repetía el nombre de Owen con una respiración entrecortada. El doctor se
apresuró para estar cerca de su agonizante amigo.
Al
llegar a su altura, le tomó la mano mientras se agachó para decirle muy
despacio al oído.
.-
Estoy aquí mi querido amigo. Estoy aquí. No tengas miedo. No va a pasarte nada.
He visto muchos pacientes a lo largo de mi vida. Tú aún estarás mucho tiempo
aquí.
.-
Owen, Owen…-El siquiatra apretó la mano de su amigo. Le miró fijamente a los
ojos y trató de trasladar hasta su corazón el mejor sentimiento de amor que
tenía dentro.
.-Marco…descansa.
Yo estaré contigo todo el tiempo.
Y
diciendo esto (…)
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Domingo
06_08_2015
Swa
se había quedado cerca de la puerta, al fondo, en la entrada. Miraba atentamente la escena pero no se
atrevió a llegar a la altura de ambos amigos.
Marco
cerró los ojos en ese mismo instante mientras ladeo la cabeza hacia Owen.
.-¡No
puede ser!. Marco por favor!...respóndeme!.
El
cuerpo inerte de su amigo yacía ahora sobre la cama esperando al médico que
certificase la fatal noticia.
Owen
comenzó a llorar desesperadamente. La bella mujer china se acercó y se agarró
al brazo del doctor.
.-Venga
conmigo. Le enseñaré algo.- Owen parecía fosilizado ante su amigo muerto. No
podía dar un paso. Comenzó a temblar.
.-Siéntese
aquí. Pediré ayuda.- La mujer salió de la habitación en busca de alguien que
pudiese administrar un tranquilizante a su recién conocido amigo.
Owen
metió su cara entre las manos sin dejar de llorar en silencio, en medio de la
nada. En aquella habitación solo poseída por la muerte. Con todos los miedos
como compañía y sin poder dejar de pensar que se había quedado solo.
La
amistad de Marco era la única sincera que había llegado a su vida. Su carácter
extravertido le confería un carisma especial en el que todos se encontraban
bien. Había llegado de la misma forma
que se fue. Irrumpiéndolo todo. Llevando su firmeza y seguridad a cada
rincón desolado del corazón de Owen.
No
podía creerlo. Estaba allí. Inmóvil. Sin aliento. Era un templo sin espíritu.
Sus rasgos varoniles habían comenzado a despedirse del mundo. De pronto, se
abrió la puerta. Absorto en sus pensamientos escuchó la voz de Swa que
dulcemente pasaba su delicada mano por su pelo.
.-Owen,
vámonos. Marco no nos necesita. Nosotros le necesitamos a él a partir de
ahora.- Junto a la mujer estaba una enfermera con una jeringuilla dispuesta a
inyectar al psiquiatra.- No es necesario.- respondió la mujer china. – Creo que
estará bien. Yo me quedaré con él.
Se
sentó junto a su lado. Ambos se miraron entonces. Por primera vez, algo
diferente movió el corazón de Owen. Aquella mujer oriental rebosaba dulzura. Su
cálida mirada arropó todo el miedo y la amargura que llevaban enquistados
tantos años en él.
Le
tomó de la mano y salieron de la habitación.
.-¡Vamos
Owen!. Ven conmigo.- Por primera vez le había tuteado. De repente, aquella
barrera que todo desconocimiento impone se había esfumado en una sonrisa.
La
vida se mostraba de nuevo impredecible. Se despedía en Marco para nacer de
nuevo junto a dos seres desconocidos. (…)
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