Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 6 de septiembre de 2015

VIAJE A ÍTACA ( Relato del domingo)



DOMINGO ANTERIOR…

Se detuvo frente a una habitación apartada. Abrió lentamente. Al fondo, Marco repetía el nombre de Owen con una respiración entrecortada. El doctor se apresuró para estar cerca de su agonizante amigo.
Al llegar a su altura, le tomó la mano mientras se agachó para decirle muy despacio al oído.
.- Estoy aquí mi querido amigo. Estoy aquí. No tengas miedo. No va a pasarte nada. He visto muchos pacientes a lo largo de mi vida. Tú aún estarás mucho tiempo aquí.
.- Owen, Owen…-El siquiatra apretó la mano de su amigo. Le miró fijamente a los ojos y trató de trasladar hasta su corazón el mejor sentimiento de amor que tenía dentro.
.-Marco…descansa. Yo estaré contigo todo el tiempo.
Y diciendo esto (…)
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Domingo 06_08_2015

Swa se había quedado cerca de la puerta, al fondo, en la entrada.  Miraba atentamente la escena pero no se atrevió a llegar a la altura de ambos amigos.

Marco cerró los ojos en ese mismo instante mientras ladeo la cabeza hacia Owen.

.-¡No puede ser!. Marco por favor!...respóndeme!.

El cuerpo inerte de su amigo yacía ahora sobre la cama esperando al médico que certificase la fatal noticia.

Owen comenzó a llorar desesperadamente. La bella mujer china se acercó y se agarró al brazo del doctor.

.-Venga conmigo. Le enseñaré algo.- Owen parecía fosilizado ante su amigo muerto. No podía dar un paso. Comenzó a temblar.
.-Siéntese aquí. Pediré ayuda.- La mujer salió de la habitación en busca de alguien que pudiese administrar un tranquilizante a su recién conocido amigo.

Owen metió su cara entre las manos sin dejar de llorar en silencio, en medio de la nada. En aquella habitación solo poseída por la muerte. Con todos los miedos como compañía y sin poder dejar de pensar que se había quedado solo. 

La amistad de Marco era la única sincera que había llegado a su vida. Su carácter extravertido le confería un carisma especial en el que todos se encontraban bien.  Había llegado de la misma forma que se fue. Irrumpiéndolo todo. Llevando su firmeza y seguridad a cada rincón  desolado del corazón de Owen.

No podía creerlo. Estaba allí. Inmóvil. Sin aliento. Era un templo sin espíritu. Sus rasgos varoniles habían comenzado a despedirse del mundo. De pronto, se abrió la puerta. Absorto en sus pensamientos escuchó la voz de Swa que dulcemente pasaba su delicada mano por su pelo. 

.-Owen, vámonos. Marco no nos necesita. Nosotros le necesitamos a él a partir de ahora.- Junto a la mujer estaba una enfermera con una jeringuilla dispuesta a inyectar al psiquiatra.- No es necesario.- respondió la mujer china. – Creo que estará bien. Yo me quedaré con él. 

Se sentó junto a su lado. Ambos se miraron entonces. Por primera vez, algo diferente movió el corazón de Owen. Aquella mujer oriental rebosaba dulzura. Su cálida mirada arropó todo el miedo y la amargura que llevaban enquistados tantos años en él.
Le tomó de la mano y salieron de la habitación.

.-¡Vamos Owen!. Ven conmigo.- Por primera vez le había tuteado. De repente, aquella barrera que todo desconocimiento impone se había esfumado en una sonrisa. 

La vida se mostraba de nuevo impredecible. Se despedía en Marco para nacer de nuevo junto a dos seres desconocidos. (…)

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