Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 25 de enero de 2014

DEJAR QUE TE QUIERAN



         Uno de los deseos más profundos que todos tenemos es que nos quieran. El amor es una especie de deseo universal por el que todos decimos vivir, luchar y hasta morir. Sin embargo, me voy dando cuenta de que lo más importante y previo para que el amor fluya, es permitirlo.
         Esto que acabo de decir parece algo obvio. ¿Quién no va a permitir el amor?. Realmente, creemos que nadie se niega al amor, que lo deseamos tanto que en cualquier momento estaríamos dispuestos a recibirlo o a no dejarlo marchar. Pero las cosas no son así.
         En muchas ocasiones, el amor nos roza y no le dejamos entrar. Para que se acomode en el alma hay que sacar afuera el rencor, la envidia, el recelo y sobre todo, el miedo. Tenemos terror al amor. En ocasiones, la mayoría es una autodefensa. ¿Pero realmente tenemos que defendernos de él?. Por supuesto que no. De lo que hay que defenderse es de los temores propios, de la falta de confianza en uno mismo y de la baja autoestima que todo lo empaña.
         Dejar que te quieran es equivalente a permitir el amor. Realmente,  si dejas que el amor suceda, si le abres el camino…se acercará  a ti. No hay ni siquiera que estar preparado porque nacemos capacitados para amar. A eso no hay que aprender pero si hay que quitar los obstáculos que vamos poniendo en el camino, día a día, cuando vamos creciendo.
         Cuando decimos “Te amo” estamos ejecutando una acción que se termina en sí misma. Si lo cambiamos por “te estoy amando” logramos proyectarla en un presente continuo siempre inacabado. Amar es un verbo sin terminar, una acción sin límites que nunca debe pasar a ser sustantivo. El estatismo está reñido con el amor. Éste siempre es dinámico, cambiante, y camaleónico. El amor nunca es el mismo. Para ser amor de verdad  tiene que pasar por la mayor prueba de fuego, transformarse a cada paso, ir pegado a la piel del amante y seguir su  capilaridad.
         Dejar que te amen es tan placentero que se nos olvida responder con lo mismo y, a veces, nos acomodamos a recibir y restringimos lo que damos. Es una especie de egoísmo instintivo que responde a dejarnos llevar por el delicioso gusto de sabernos queridos y la rácana costumbre de pensar que el resto necesita menos amor que nosotros.
         De poco vale que  nos quieran si no dejamos que ese amor nos cale y impermeabilice nuestro corazón de forma que nunca llueva sobre mojado.
          Yo amo mucho. Pero también dejo que me amen y lo recibo siempre con un inmenso agradecimiento. Tanto que saber que me quieren, me basta para abrir la puerta que de acceso a la cámara sagrada del amor que todo lo puede.

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