Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 25 de septiembre de 2013

HUÍSTE SIN LLEGAR



Este relato está basado en una historia real…de esas de tantas que tanto duelen…de esas que se escapan por la ventana aunque las puertas estén abiertas.
Deseo que cuando el corazón de esta persona se serene, pueda utilizar su inteligencia para ignorar a quien no le merece, sea fuerte para perdonar y nunca débil para vengarse ni de ella ni a través de las siguientes que lleguen.
A mi me ha encantado, lo comparto con vosotros.
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…”Vivíamos en una casa en un barrio tranquilo, seguro y con buenos vecinos con los que podrías contar para lo que necesitases. Era verano y era tan buen barrio, inspiraba tanta confianza, que podíamos tener las ventanas corridas y la puerta abierta de par en par. Sin preocuparnos de cerrarla con llave, ni tan siquiera por la noche.
De vez en cuando llegaban noticias a nuestros oídos de robos y asaltos en mitad de la noche. Pero no me preocupaba ni lo más mínimo. Esas cosas pasan en otros barrios, no en el nuestro. Y no le daba la menor importancia. Sin embargo, el verano, como siempre, toca a su fin. Ya no podíamos tener abiertas todas las ventanas, así que poco a poco fuimos cerrando algunas. Seguía haciendo calor, no obstante.
Y un día, sin previo aviso, decidiste salir de casa. No cogiste llaves, pues ibas a volver pronto. Que te esperase para cenar. O eso decías. Pero se hizo de noche, y fue una noche fría. Tuve que cerrar casi todas las ventanas. Aun así, como se hacía tarde y tenía hambre, no hacía más que mirar por la ventana a ver si te veía. Organicé mis cosas, hice un par de llamadas que tenía pendientes, vi un par de capítulos de una serie…pero seguías sin venir. Comprendí que esa noche iba a cenar solo.
Por primera vez desde que vivíamos juntos, me sentí inseguro durmiendo yo solo en la cama. Me daban ganas de cerrar la puerta pero me convencí de que no era necesario. Me convencí de que te habías entretenido y de que llegarías de madrugada, me besarías y te acostarías conmigo.

Y me desperté solo. Vi tus llaves en tu mesilla y me invadió una sensación de soledad insoportable. Me di cuenta de lo grande que era la casa sin ti. Me di cuenta de que no había dedicado el tiempo suficiente como para conocer cada rincón de la casa. Ni siquiera había dado una vuelta por el vecindario.
Y me encontré con algunos rincones de la casa que, en contraste con el resto, eran fríos y deshumanizados. Me encontré con habitaciones que nunca había pisado y con armarios llenos de cosas que habíamos ido acumulando pero que jamás habíamos ordenado. Me puse a ordenarlas, por hacer tiempo. Y fue mucho peor, fui reconstruyendo una historia paralela a nuestra historia de amor. Pero nada tenía que ver con el amor.

Y no me quedó nada más por hacer. Ya no puede hacer más tiempo. Y tuve que cerrar la puerta, ya no me fiaba del vecindario. Pero la cerré despacito, sin ni siquiera echar el cerrojo. Total, solo había dos juegos de llaves, el tuyo y el mío. Y el tuyo te lo dejaste en casa.

Ya no miro por la ventana, la puerta no tiene mirilla. Es más, he perdido la capacidad de oír nada que no sean mis propios pensamientos. Si quieres entrar, ni te molestes en llamar. Echa la puerta abajo y vámonos a otro barrio. Pero esta vez vamos a visitarlo antes de instalar nuestra casa. Y esta vez no vamos a ir a una casa de alquiler. Vamos a hacer una casa a medida sin armarios donde esconder las cosas. Una casa con las ventanas abiertas, sin puerta, sin llaves ni cerradura.”
CARLOS REDONDO BUENO

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