Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 11 de septiembre de 2013

EL VENENO DE LA IRA

         La ira envenena a uno mismo. Te obliga  a lanzar curare sobre los demás y anula tu capacidad de razonamiento. Se trata de una  emoción tóxica y negativa que en vez de ayudar a defender tu posición, la invalida.
         En ocasiones lo que esperamos de los demás no es lo mismo que nos llega de ellos o porque no nos lo pueden ofrecer o porque nuestras expectativas son desmedidas con respecto a la realidad. Muchas veces hemos aludido a las bondades de no desear o a la buena práctica de no esperar algo concreto de los demás. Las amistades, los amores, los familiares, incluso, deben ser siempre un regalo. Y si como regalo lo estimásemos nada de lo que nos sienta mal sucedería.
         Frecuentemente, sufrimos innecesariamente. Nos juega malas pasadas el denominado “pensamiento mágico”. Creemos que una persona a la que estimamos debe responder de una forma particular y cuando apreciamos cómo ha actuado y comprobamos que se desvía de lo que esperábamos se enciende la ira en mayor o menor medida.
         Cuando no perdonamos, la ira continúa por debajo de las excusas que nos ponemos a nosotros mismos para justificarnos. No podemos restablecer nuestro equilibrio cuando nos sigue doliendo que el otro no actúe como esperamos y en realidad, no tiene por qué hacerlo.
         Cada cual debe comportarse de acuerdo a su forma de ser y estar en el mundo, otra cosa será nuestra aceptación. Podemos estar de acuerdo o no, podemos incluso opinar sobre lo que nos agrada o desagrada de ello pero lo que no podemos es doblegarlo a nuestros intereses o necesidades.
         No podemos evitar sentir lo que sentimos, lo único que podemos hacer es tomar postura ante ello y actuar en consecuencia. Uno no puede dejar de sentir desprecio o de permanecer embargado por la envidia, los celos o incluso el rencor, pero lo que si podemos es salir corriendo de la ira y refugiarnos en nuestra alma dejando que estos sentimientos reposen y se sequen. Forzándonos a ser selectivos con lo que permitimos entrar en el corazón y dándonos el tiempo necesario para poder seguir adelante con las mejores muletas que nos apoyen: la fuerza de la creencia en nosotros mismos y en lo que está por llegar.

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