Una
persona muy querida para mí, me dijo un día tras una fuerte preocupación que la
asolaba:…” Cuando no se ´qué camino tomar me siento en el medio de nada y dejo
que fluya la negatividad fuera de mi. Vacío mi mente, visualizo mi interior como
una oquedad preparada para recibir e imagino cómo una gratificante ráfaga de
luz comienza a llenarlo. Mientras hago esto, la preocupación deja su espacio a
la estela luminosa y la angustia se derrama en el centro de esa nada que calladamente
me acoge”…
Posiblemente
éste procedimiento nos pueda servir para calmar un desasosiego puntual y des
focalizar el punto de mira en la adversidad.
Fundirnos
con la nada es hacer un llamamiento a la calma y a veces es urgente hacerlo
porque la paciencia cuando se agota está preparada para llamar a la desesperación y la rabia y
hace de ellas nuevos baluartes para que el comportamiento las incorpore como
hábito.
No
podemos dejar que nos asolen los problemas porque en realidad, todos ellos van
a tener solución. Seguro. De cualquier forma, van a resolverse y si nosotros no
somos capaces de dar con la solución correcta, que sería aquella que se
ajustase más a nuestro bienestar, seguramente, la propia vida decidirá por sí
misma.
En
ocasiones, es difícil separarnos de lo que se ha ido, de lo que no nos quiere,
de aquello en lo que hemos puesto esperanzas y la respuesta ha sido el vacío. En
cualquier caso, hay que dejar ir a lo que no quiere o no puede estar.
Otras
veces, la solución pasa por aceptar lo que llega, por asumir que ha comenzado
un nuevo tiempo en el que todo va a ser distinto pero el cual no quiere decir
que las cosas nos vayan peor. Y si así fuese, si nos llegasen circunstancias
aún más dolorosas, estar preparados para coger la coraza de guerreros y
lanzarnos a la lucha, sea ésta silenciosa y meditativa o manifiesta y exultante.
Hay
que mirar hacia delante con la mirada amplia y clara. Con la esperanza como
bandera y con la sensación inigualable de que lo más seguro es que el destino
guarde para nosotros, aún, placeres y bondades magníficas que merecemos, sin
duda.
Quiero
creer eso y mantener esta ilusión cuando en medio de nada elija desterrar lo
que me preocupa para abrazar lo que me entusiasma.
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