Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 6 de diciembre de 2012

BANCO DE DATOS

La niñez es sin duda un excelente banco de datos.  Complicado, cuando se trata de descodificar, a veces, pero determinante, la mayoría de las ocasiones, para construir la conducta adulta. Sin embargo, me gusta cuando la vida nos sorprende desmontando las teorías psicoanalíticas que invaden los consultorios y pretenden presidir las orientaciones del comportamiento anómalo.
Cuando algo va mal en la vida de una persona, siempre buscamos en la niñez un justificante en su comportamiento que explique lo que sucede y exima al que lo padece de culpabilidad. Porque realmente lo peor en esta vida es sentirse culpable.
Cuando uno se siente culpable querría ir corriendo hacia atrás con toda la velocidad posible para remediar lo que hizo; a veces por propia voluntad, otras por equivocación, otras sin mediar la consciencia pero siempre con un resultado que nos duele. Por eso es tan terrible sentirnos culpables, porque en ese sentimiento hay tanta dosis de impotencia que no podemos evitar quemarnos por dentro.
Lo mejor es tratarnos con sumo cuidado. No castigarnos más de lo que ya lo van a hacer otros y sobre todo mantener la calma frente a lo que pasó porque siempre nos hace aprender lo que duele. Pero también la felicidad nos enseña, por eso cuando tratemos de hurgar en el baúl de los recuerdos quedémonos con la dosis de bienestar que haya en ellos, porque sin duda algo bueno habrá también.
Si logramos atrapar esas evocaciones placenteras que el tiempo, seguro, se ha encargado de mejorar, podemos estar seguros de que el impacto de la niñez será menor, incluso si esta ha sido nefasta.
Conozco un magnífico ejemplo que desmonta las estereotipadas teorías sobre la incidencia negativa de una mala niñez en la vida emocional de la persona. Este hombre ha sabido utilizar lo bueno de lo malo como un trampolín para remontarse en la vida y encontrar en ella, siempre, un motivo para sonreír.
Me gustan estas personas porque son el mejor ejemplo de que somos inmensamente grandes si nuestro punto de mira cambia y si de verdad, en el fondo de nuestro corazón, prevalece y supera el amor a todo lo demás.

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