Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 28 de agosto de 2012

LA RELATIVIDAD DE CADA SUCESO


Estamos siempre culpando a la suerte de nuestras desgracias, sobre todo, porque los logros están ligados, generalmente, al esfuerzo y al empeño que ponemos en cada objetivo, o al menos así tendemos  a verlo. Pero en realidad, ambas situaciones se enmarcan en un destino en el cual lo que parece que nos hunde en la más profunda de las tristezas da paso a lo que más tarde sea, tal vez, una buena nueva.
Vamos a recordar este conocido cuento en el que se narrar como en una aldea había un anciano muy pobre que hasta los reyes le envidiaban porque poseía un hermoso caballo blanco. Veamos a partir de aquí qué sucedió:
Llegó un momento en el que este anciano parecía siempre feliz, acomodado a sus circunstancias y dichoso de su suerte. El hombre tenía un caballo blanco majestuoso, digno de la mejor corte. Los reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo pero el hombre decía: “para mí él no es un caballo; es una persona. ¿Y cómo se puede vender a una persona, a un amigo?”. Era un hombre pobre, pero nunca vendió a su caballo. Una mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se reunió diciendo: “Viejo tonto. Sabíamos que algún día te robarían el caballo. Hubiera sido mejor que lo vendieras. ¡Qué desgracia!”.
“No vayamos tan lejos”, dijo el anciano. “Simplemente digamos que el caballo no está en el establo. Éste es el hecho. Todo lo demás es vuestro juicio. Si es una desgracia o una suerte yo no lo sé, porque esto es apenas un fragmento. ¿Quién sabe lo que va a suceder mañana?”.
La gente se rió de él. Siempre habían creído que el anciano estaba un poco loco. Pero después de 15 días, una noche el caballo regresó. No había sido robado sino que se había escapado. Y no sólo eso, sino que trajo consigo una docena de caballos salvajes. De nuevo se reunió la gente diciendo: “Tenías razón, viejo. No fue una desgracia sino una verdadera suerte”.
“De nuevo estáis yendo demasiado lejos”, dijo el anciano. “Decid sólo que el caballo ha vuelto. ¿Quién sabe si es una suerte o no?. Es sólo un fragmento. Estáis leyendo apenas una palabra de una oración. ¿Cómo podéis juzgar el libro entero?”.
Esta vez la gente no pudo decir nada más, pero por dentro sabían que él estaba equivocado. Habían llegado doce caballos hermosos.
El viejo tenía un hijo que comenzó a entrenar a los caballos. Una semana más tarde se cayó de un caballo y se rompió las dos piernas. La gente volvió a reunirse y a juzgar. “De nuevo tuviste razón”, dijeron. Era una desgracia. Tu único hijo ha perdido el uso de sus piernas y, a tu edad, él era tu único sostén. Ahora estás más pobre que nunca”.
“Estáis obsesionados con juzgar”, dijo el anciano. “No vayáis tan lejos. Sólo decid que mi hijo se ha roto las dos piernas. Nadie sabe si es una desgracia o una fortuna. La vida viene en fragmentos, y nunca se nos da más que esto”.
Sucedió que, pocas semanas después, el país entró en guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados al ejército. Sólo se salvó el hijo del anciano porque estaba lisiado. El pueblo entero lloraba y se quejaba porque era una guerra perdida de antemano y sabían que la mayoría de los jóvenes no volverían.
“Tenías razón viejo. Era una fortuna. Aunque tullido, tu hijo aún está contigo. Los nuestros se han ido para siempre”.
“Seguís juzgando”, dijo el viejo. Nadie sabe. Sólo decid que vuestros hijos han sido obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Sólo Dios sabe si es una desgracia o una suerte que así suceda”…


Extraigamos hoy la conclusión de relativizar nuestra suerte, de pensar que nada es lo que parece y de que hay que tener la paciencia suficiente para que el tiempo nos regale  un pedazo de felicidad que a veces llega envuelta en un horrible embalaje.

2 comentarios:

  1. "Pasar haciendo caminos,

    caminos sobre la mar"...

    Nada hay predecible, nada perdurable, sólo una actitud de enraizada entrega a la vida, nos hace receptores de ella. Qué gran virtud, será aceptar lo que nos entrega.
    Un beso

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  2. Tienes razón Xara, nada hay predecible por eso los imponderables JAMAS, SIEMPRE O NUNCA me dan escalofríos.
    Me ha gustado...lograr una actitud de enraizada entrega a la vida...sí, así es. Aceptando lo que llegue...
    Besos de buenas noches!!

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