Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 13 de septiembre de 2011

QUÉDATE CON LO ESENCIAL...

Hoy he tenido oportunidad de reflexionar sobre las amistades que terminan. En ellas sucede algo semejante a los amores que acaban. Nos dejan una huella imborrable que siempre está preparada para abrirse de nuevo, aunque parezca que está curada. Hemos querido, hemos amado, hemos compartido, nos hemos ilusionado, soñado y encantado con las mismas ilusiones. Hemos reído, a veces llorado, temido y empeñado en los mismos retos. Nos hemos ayudado, hemos discutido y perdonado. Hemos en definitiva, hecho juntos un trozo de nuestra vida…y cuando todo termina…duele. Muchas veces vemos que el tiempo se agota para los dos. Que lo que fue ya no es más. Que la sinceridad que unía los corazones de ambas personas, comienza a naufragar en las disculpas no pedidas, en las ausencias indebidas, en la dependencia excesiva, en el nacimiento de un espacio donde el otro empieza a sobrar. Sin embargo, aunque seamos capaces de sentir que la cuenta atrás ha comenzado, no queremos abandonar nuestro puesto al lado de la persona que hasta ese momento ha significado tanto.  Se trata, en cierto modo, de la testarudez del inversor. Hemos invertido tantos sentimientos y emociones en el otro/a que perderlas de golpe significa fracasar inmensamente. Perder el tesoro íntimo que les dimos y lo peor, temer que hagan un mal uso de él.
Sin embargo, cuando el peso del desamor de la otra persona cae sobre nosotros, cuando su indiferencia significa su definitiva ausencia en nuestra vida, es el momento justo para pararnos e imaginarlo/a delante. Hablarle con el corazón abierto, pedir perdón por el dolor que tal vez nosotros también causamos, quedarnos con lo fundamental que vivimos a través de esa persona y en ella…y dejarla ir.
         Hoy, amiga/o  que fuiste, te dejo ir de mi vida deseando lo mejor para la tuya…por lo que te quise, por lo que sentí cuando reíamos y jugábamos a soñar juntas, por las emociones que recreamos día a día, por la verdad de aquellos momentos y lo que tu presencia me enseñó de mi misma. No cabe el rencor. No te he ofendido en nada. Tampoco tú me has hecho daño. Tuvimos nuestro tiempo que duró lo que debió durar. Nos encontramos para aprender. Nos separamos para seguir haciéndolo. Gracias por haber coincidido conmigo en una parte de mi existencia.

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