Comenzamos la semana con unas breves reflexiones sobre el apego, la madurez y la capacidad de ayuda hacia los demás que forman, con nosotros, parte de un todo.
Muy sucintas; pequeños tics para pensar de otra forma.
La mayoría equipara la felicidad
con conseguir el objeto de su apego,
y no quiere entender que la felicidad
está precisamente en la ausencia de apegos
y en no estar sometido al poder
de ninguna persona o cosa.
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Madurez es lo que alcanzo
cuando ya no tengo la necesidad
de culpar a nada ni a nadie
de lo que me sucede.
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Por la calle vi a una niña tiritando de frío,
dentro de su ligero vestido
y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente.
Me encolericé y le dije a Dios:
“¿Por qué permites estas cosas?
¿Por qué no haces nada para solucionarlo?”
Durante un rato, Dios guardó silencio.
Pero aquella noche,
de improviso, me respondió:
“Ciertamente he hecho algo. Te he hecho a ti”.
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Anthony de Mello
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