Nos empeñamos en
que todo en nuestra vida tiene que tener una utilidad, no solamente las cosas
que componen el escenario donde nos movemos, sino también, y sobre todo, el
tiempo al que queremos dar continuamente su dosis de practicidad.
A veces, lo que nos
parece inútil, aquello que apenas se nota, que no aporta, que no se traduce en
resultados, eso entonces no sirve. Es como si nos hubiésemos concienciado de
que todo, absolutamente todo nos tiene que reportar algo que sume.
Nos hemos educado
en la competencia, en ser los mejores, en estar de lo mejor.
Las personas
tímidas, las que no hacen ruido, nos parecen tristes y de alguna forma, estamos
convencidos de que no llegarán lejos porque nuestra sociedad solo tiene espacio
para el ruido, el movimiento, las etiquetas y lo que se ve y se oye.
Tal vez no hemos
pensado en los beneficios de aquello que nos parece inútil. Posiblemente, creer
que algo no sirve y despreciarlo por ello, es un error.
Muchas veces, pasar
desapercibido es el premio. Las bondades de ser “invisible” solamente las
conocen aquellos que las experimentan.
No servir es no ser
molestado. Dejar estar. Permanecer en uno mismo sin atracciones ni rechazos.
Eso tiene su premio.
Veamos este breve
cuento de Lao Tse.
“Cuando venía por el
camino, he visto un árbol enorme, de los que llaman
árboles inservibles. Su tronco está tan retorcido y tan lleno de nudos, que
nadie podría sacar una tabla recta de su
madera y sus ramas no se pueden cortar en
forma alguna que sirvan para algo. Ni un solo
carpintero se dignaría a mirarlo. ¿Te has fijado
en él?”
Chuang Tzu respondió:
“Si, lo conozco y lo he visto, está a un lado del camino”
El interlocutor prosiguió:
“Pues tus enseñanzas son como este árbol, grandes e inútiles.”
A lo que Chuang Tzu respondió sin darse por aludido:
“¿Alguna vez has observado a un gato salvaje? Permanece agazapado, vigilando a supresa, salta en una u otra dirección, hacia arriba y abajo y finalmente obtiene su presa.
¿Y has observado a un yak? Es enorme como una nube de tormenta y permanece firme en su poderío. Desde luego que es grande, pero ¡no puede cazar ratones!.
Pues lo mismo ocurre con ese árbol, permanece en solitario en tierras áridas y siempre que quieras puedes pasear apaciblemente por debajo de él y tumbarte a descansar bajo su sombra, porque no peligra su vida, nadie lo cortará nunca, porque a ningún carpintero le sirve.
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