Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 19 de junio de 2016

VIAJE A ÍTACA (Relato de Domingo)



Domingo anterior

.-No abriré. ¿Quién eres?.

.-Owen por favor. Soy tu mujer. ¡Abre!.- El psiquiatra sudoroso y angustiado supo que no tenía escapatoria. Abriría aquella puerta para saber qué estaba sucediendo.

La mujer, no solo estaba dispuesta a convencer a Owen de  su amnesia, sino que también estaba decidida a que abriese inmediatamente aquella maldita caja fuerte que contenía los valiosos papeles.

Algo llevaba cuidadosamente en una caja. Algo se retorcía dentro de ella deseando salir maliciosamente. Algo que haría actuar a Owen sin remedio…




RELATO DEL DOMINGO
19_06_2016

Lentamente, para dar a su mente tiempo a pensar, se dirigió hacia la puerta y la entreabrió sacando la cabeza.

.-¿Quién eres?. ¿Por qué estás en mi casa?.-La mujer sumisamente y con aires de preocupación movió la cabeza como una señal definitiva de perdición.

.-Owen, cariño, soy Nataly. ¡Soy yo!. Por dios, no me puede estar pasando esto a mí. Soy tu mujer. Tenemos tres hijos. ¿Ni eso recuerdas?.- Owen sabía perfectamente que se trataba de una trampa. No estaba casado, ni recordaba haberla visto en ningún momento aquella mujer. Sin embargo, prefirió seguir aquel juego dañino que seguramente se dirigía con algún fin.

.-¡Nataly!:..estoy un poco aturdido. No sé que me ha pasado.-Al instante, aquella mujer comprendió que le seguía la farsa. Por supuesto no era su mujer y tampoco estaba allí para ayudarle.

.-Déjame pasar, amor. Has tenido un accidente.- Owen abrió la puerta con sigilo. La mujer entró al despacho y se abrazó a él. Ni siquiera movió los brazos. Sus manos quedaron pegadas a lo largo de sus piernas incapaces de responder.

.-¿Qué me ha sucedido?.
.-Mi querido Owen has estado once meses en coma. El pronóstico es esperanzador. Nos han dicho que comenzarás a recordar muy lentamente. Yo estoy aquí para que ese proceso sea rápido y agradable. Acabas de salir del hospital y aquí estoy con Nana para cuidarte.

La cara de Owen se descompuso cuando oyó el nombre. En realidad no lo recordaba pero le trajo una sensación desagradable capaz de revolver su estómago. La mujer se dio cuenta de ello e inmediatamente procedió a aclararle quien era.

.-¿No recuerdas a Nana?.- Owen cariño es nuestra asistenta. Te crió a ti y ahora a nuestros hijos. Te quiere mucho. Tu corazón la recordará. Le diré que venga.

.-¡NO!, aún no. No me encuentro bien.- La mujer de pelo moreno se contuvo. Estaba empezando a cansarse de lo difícil que le resultaba abrir aquella misteriosa caja. Entre tanto aquel bicho letal que contenía el reciente que guardaba en su mano derecha, se retorcía molestamente en ella deseando salir.

.- No es momento de emplearlo.-pensó. Tendré que recurrir al Pentotal. No me queda más remedio que llamarla y entonces sí que hablará.

.-Cariño tienes que empezar a recordar. Cuanto antes lo hagas más fácil será recuperar la vida normal.- Y diciendo esto voceó el nombre de aquella supuesta ama de crianza.- ¡Nana, Nana! Venga un momento por favor.

La mujer se presentó al instante. Owen palideció. Era ella. Inconfundible a pesar de los años que habían pasado. Stella, la bibliotecaria. La mujer que había arruinado su inocencia y le había sometido a los más bajos juegos sexuales. No podía creerlo. 

Inmóvil, sin poder articular palabra, clavó su mirada en el espectro que se acercaba a la puerta. Recordó que durante la infernal estancia en el sótano de su casa había escuchado al marido de ésta llamarla así. 

Volvía a su vida. Nunca había salido de ella. Era la voz que anónima tras el teléfono se ocultaba para recordarle que seguía sus pasos.

Ahora, poderosa de nuevo, le hacía sentir indefenso y temeroso. Lo mismo que en aquella horrible situación en la que había sufrido tanto.

.- Nana, Owen está muy nervioso. ¿Sería tan amable de traer un calmante?.- La mujer sonreía levemente sin dejar de mirar al doctor evocando la imagen de aquel niño asustado con el que había jugado tantas veces.

.-Sí señora. Cualquier cosa para que el señor se reponga.- Y salió despacio sin dejar de mirarle. Era como una sentencia triunfal. De nuevo estaba en sus manos sin que éste pudiese hacer nada. No tenía escapatoria. Al instante volvió con una inyección cargada completamente de un suero blanco que pensaba inocular en sus venas.

Entró en la habitación con la jeringa ante los ojos aterrados de Owen que inmediatamente comprendió el contenido de la inyección.

.-¡No!.- gritó con desesperación.- Tiopentato de sodio.- Nana intervino jocosamente.

.-Nosotros lo llamamos familiarmente…el suero de la verdad, mi querido Owen.- mientras se acercaba peligrosamente, añadió.- pero qué importa, tu no nos ocultas nada ¿verdad?..


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