Estamos
deseando que llegue el verano y saboreamos cada rayo de sol que incipiente sale
en primavera. Degustamos el cómo de los paseos que imaginamos, de la luz que
nos invadirá para iluminarlo todo y nos encanta la idea de que el verano nos
envuelva con sus gotas de agua salpicando nuestro calor.
Pero
como todo lo que uno imagina, la mayoría de las veces es mejor que la realidad.
Cuando
llega el verano hay también motivos de tristeza. El sol nos desborda con su
inmenso fuego, las calles recalan el calor que absorben, las vacaciones
deseadas no llegan, la presencia continua de la pareja ocasiones más
discrepancias que alegrías, los niños desbordan ganas de demostrar su energía y
el descanso añorado no termina de pasar de ser un sueño.
Lo
mejor del verano está al comienzo y al final del día. Estés donde estés. A
veces, uno no llega ni a pisar la playa, pero hay mil formas de disfrutar el
mar sin tenerle cerca. Videos, archivos de sonido, visualizaciones,
meditaciones guiadas sobre “un paseo por la orilla del mar” y un sinfín de
formas de “crear” nuestro rincón de gozo particular.
En
el fresco de la noche, crea un espacio para tu imaginación. Enciende una vela,
ten plantas cercanas, coloca una bebida fresca a tu lado y rocía el ambiente
con tu aroma preferido.
Uno
de mis secretos más extraños es utilizar el permute más exótico, caro e irresistible en esos momentos tan míos,
porque estoy segura que entonces lo apreciaré en todo su valor.
Puede
que no tengamos el verano deseado. Puede que no lo podamos tener aún en mucho
tiempo, pero siempre será posible recrear un ambiente a nuestra medida donde
todo sea posible, porque en realidad no hay puertas que puedan cerrarse en la
imaginación. Todo es posible dentro de nuestra mente. Ahí está la mejor y mayor
libertad.
Nadie
puede quitarnos ni un ápice de nuestros sueños y los mejores se viven
despiertos.
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