Muchas
veces flotan en el aire preguntas difíciles de contestar. Preguntas sin
respuesta que preferimos evitar. ¿Me quiere?¿Cuándo terminará todo esto?¿En qué
momento volveré a ser feliz o lo seré alguna vez?¿Qué pasará con mis hijos dentro de un tiempo?¿Qué será de
mi?¿Soy lo que quiero ser?¿Estoy en el punto en el que quiero encontrarme
mañana?.
Ante
el vacío que generan estas cuestiones y otras similares, hemos detectado unas
herramientas que sirven para centrarnos, para no cuestionarnos lo que solamente
el destino sabe y sobre todo, para evitar que adelantemos desgracias.
La
atención consciente, el mindfulness, el poder del ahora y muchos otros
conceptos ensimismados con el presente que pretenden atar corto a la
imaginación para que no se desboque.
Estas
metodologías tienen ventajas si no nos llevan a perder la esperanza, ya que
esta se alimenta de futuro.
Es
importante estar en el “ahora” pero si el “aquí” no está siendo todo lo satisfactorio que necesitamos también pueden
instalarnos en la angustia permanente servida en caliente.
Quiero
creer que puedo crear mi realidad en base a mi actitud. Poner una alfombra roja
al pensamiento y lanzarle flores mientras se pasea altanero por mi mente. Crear
un ambiente positivo o al menos proactivo. Decidirme por la seguridad de que
todo está bien e irá a mejor.
Posiblemente,
entre pregunta y pregunta difícil pueda tomarme un respiro y pensar que no hay más
que lo que tenemos delante del espejo; del nuestro que no es más que nosotros
mismos.
Procuro
recordar que la mejor ayuda está al final de tu brazo y luego, despacito, me
digo que solo yo estaré conmigo hasta el final de mis días.
Creo
que empezaré a preguntarme más de mi y menos por todo lo demás.
No
hay mejor camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario