Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 3 de febrero de 2016

ENTRE ALGODONES O ENTRE TIZONES



Hay muchas formas de haber vivido la niñez. Amados, ignorados, repudiados, silenciados, integrados o desplazados. Protegidos o desvalidos. Descuidados o sobreprotegidos. 

En todas las situaciones hemos sido niños y eso conlleva  haberlo vivido, en su momento, con la liviandad que da los tiernos años donde todo se reduce a juego. Luego, con el tiempo, será otra cosa.

La niñez da cobijo a la edad adulta o la impele a una restauración forzosa. 

Nadie puede decir que el adulto que es no viene determinado por la infancia que gozó o sufrió. De alguna manera, la impronta de la felicidad o la desgracia queda en el alma. 

A veces, se construye un adulto que lleva la contraria al natural desenvolvimiento de las emociones vividas y resulta que de un ambiente desgarrador sale una persona deliciosa. Otras, la suerte no es la misma.

Conozco personas muy cercanas que han necesitado años de terapia por haber creído o apreciado que el amor de sus madres no era el suficiente. 

Algo que parece tan obvio, tan natural y tan sencillo como es amar a un hijo se convierte, para algunos pequeños, en un infierno para el resto de los años. Y es que una cosa es amar y otra “expresar el amor”, demostrarlo y hacerlo vivo a cada instante.

No hay que enseñar a ser padres. Es algo natural y espontáneo. Sin embargo, desgraciadamente, el modelo de relaciones que tenemos con los hijos e incluso con la gente que nos rodea, proviene de lo vivido como niños. Lo peor es que  a veces repetimos los esquemas de origen, aunque los odiemos.

Tengo unos magníficos recuerdos de mi niñez. Si tuviese que definir este pasaje de mi vida con una palabra sería “calidez”. 

Algo así como meterse entre las sábanas recién planchadas, el olor a pan acabado de sacar del horno o el aroma a tierra mojada en el verano.

Supe lo que era estar abrazada por el amor. Valorada y estimulada para avanzar y ser mejor. 

Es un lujo que agradeceré siempre.

Sin embargo, las personas que no han tenido esa suerte tendrán, otra, seguro. La suerte de cruzarse en su vida con el producto de un amor expresado que arropa y que a su vez genera miles de esporas amorosas envolviéndolo todo. 

El privilegio de tener a su lado personas que saben multiplicar el afecto hasta el infinito y que tocan con sus manos el frío de otros corazones.

Las personas más importantes de nuestras vidas a veces no coinciden exactamente con la familia o se añaden a ella.

Provengas de donde provengas, hayas pasado lo que hayas pasado cuando eras niño; éste protegerá al adulto que eres y sabrá alzar sus brazos hacia las personas amorosas que lleguen hasta ti.

No hay otra forma. Amar siempre implicar aumentar. Amar nunca divide y si lo hace, no es amor. Habrá que ir buscándole otro nombre.

Que una infancia diferente no te impida recibir todo el amor que llegue a ti para volver a darlo multiplicado. Es la única forma de sanar tus recuerdos, de sanar tu alma. 

De sanarte a ti.



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