Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 5 de febrero de 2016

EL LÍMITE DE CADA UNO



Cada uno tenemos nuestro propio límite. A veces caemos en la tentación de recriminar a los demás valorando nuestro nivel de tolerancia.

“Yo no aguantaría eso…”, “Eso a mí no me lo hacían”, “…Lo que tu permites yo lo cortaba rápido”…” Conmigo tenían que dar”…
Éstas y otras frases parecidas son muy fáciles de decir. Hay que ponerse en los zapatos de otro y caminar sus leguas. Hay que ser el otro.

La tolerancia, muchas veces, es una puerta directa hacia el abuso. La persona que tenemos enfrente nos cree demasiado fáciles. Carentes de fuerza de voluntad para imponer límites. Es como si se encontrasen con una tarta rellena de nata y solamente tuviesen que hendir el cuchillo.

El límite de cada uno tiene que ver con el carácter, sin duda, pero también con los ejemplos recibidos, con lo sufrido anteriormente y con lo que estamos dispuestos a seguir sufriendo.
La resistencia a la presión, del tipo que sea, te hace sin embargo más fuerte, en contra de lo que pueda pensarse.

Hay que saber delimitar las fronteras de lo posible. Hay que saber frenar, pero también saber esperar. Porque nada pasa en vano, nada en balde. 

Si los demás nos creen tontos solo hay que sentarse y observar cómo la tortilla se da la vuelta. Y lo veremos seguro.
Cuando uno es tolerante la gente le confunde. Piensan que pueden pasar pisoteando el césped y que hagan lo que hagan el jardín seguirá floreciendo.

Los tolerantes también tienen límites. Más anchos, más largos, más lejanos, más dúctiles… pero los tienen.

En el medio se aprende mucho; al final, se termina con todo lo que daña y siempre se suma en vez de restar porque tolerar es enseñar a los demás una de las mejores lecciones. 

Sin duda.

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