El
destino existe. Creo en un plan propio de cada uno y en los encuentros
predeterminados desde antes de tomar este cuerpo.
A
veces, nos parecen imposibles las cosas que suceden. Sin embargo, algo hay de posible
en ello cuando notamos esa sensación de “conocer”, sin conocer, a una persona.
Cuando vemos nuestro reflejo en otro o cuando parece que hemos vivido ya la
misma situación en algún momento distinto que no podemos determinar.
Puede
ser que sea. Puede que incluso hayamos compartido vidas con los más cercanos.
Puede que estemos en el vórtice de un nuevo recuerdo sensitivo o que incluso
ser que quienes tenemos delante nos haya acompañado tantas veces en nuestros
pesares…
Lo
que no podemos es definir ni trazar la raya que queda. La vida nos va lanzando
el hilo por delante y nos obliga a pasar por encima.
Nos
encontramos y a veces no queremos reconocernos. Uno se niega, se resiste, se
aparta. Pero lo que está definido por aquel plan inicial, sucederá. Queramos o
no, huyamos o no.
Hay
que vivir lo que nos permita abrazar el reto de superarnos. Aún así, nos dan a
elegir. Nada tienen de predeterminado nuestra vida. Posiblemente los
encuentros…pero no lo que hagamos con ellos.
El
destino se deshilvana frente y sobre nosotros a cada paso. Se aligera y
ralentiza a cada tiempo. Se estira y encoge. Se dilata y revierte.
Posiblemente
haya señales que nos indiquen quién es quién para facilitarnos qué y cómo
hacer.
Una
estela de incertidumbre se rinde a nuestro paso, llena de sensaciones de otros
momentos en otros tiempos.
¡Abramos
los ojos del alma y sigámosla!…lo que hemos de hacer después no tendrá ni que
ser pensado, solo sentido.
Será
fácil. Será sencillo.
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