Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 1 de noviembre de 2015

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo)



Anteriormente…

El paciente había clavado su mirada perdida en el doctor. 

Inmóvil mantenía un gesto dañino en su ceño fruncido. Era como si realmente reconociese en Owen la oscura etapa en la que habían protagonizado semejantes desmanes. Y lo hacía hieráticamente. Como si una sonrisa fría se hubiese encajado en su boca para demostrarle que no había asomo de arrepentimiento en él.

Owen, no podía seguir sus impulsos, que le hubiesen llevado a agredir mortalmente a aquel hombre cuyas evocaciones le colocaban muy cerca de la locura, pero de alguna forma se regocijo en la idea de la venganza. 

Por él…por todos los que habían sufrido de aquel modo. (…)
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Domingo 01_11_2015 

Owen trató de controlar su ira. Los recuerdos de aquel sótano volvieron de golpe a su mente, así como aquel olor fétido de las blandas partes de los humanos que yacían bajo sus pies. Revivió el indescriptible silencio que el eco devolvía y los sonoros quejidos guardados en el  aire que ahora separaba sus caras. Aquella humedad oscura, con la que había vivido permanentemente a partir de entonces, se revolvía detrás de sus pupilas para avivar sus miedos.


La mujer frotaba sus manos sin decir nada. Nerviosa e impaciente por resolver aquella situación en la que se podía palpar la tragedia.


Owen respiró profundamente mientras abrió el cajón de la derecha de su escritorio que aún permanecía cerrado con llave. Revolvió dentro buscando algo azaradamente.  De pronto, en el fondo, apareció el objeto que instantes más tarde colocó sobre la mesa.


La expresión del Sr. Henry se volvió acaloradamente agresiva. Sus ojos se entornaron para profundizar su mirada. Los labios, apretados entre sus dientes, comenzaban a adquirir un tono morado. Levantó  súbitamente la mano y apretó su puño contra la mesa. Sus uñas cada vez se clavaban más en la carne de sus palmas. De repente, un grito desgarrado y aterrador salió de su garganta.


.- ¡!!!  Noooo….!!!! .- Owen comprobó que su memoria había reconocido aquella hebilla herrumbrosa e inservible. El silencio de su memoria se había roto. 


Alargó su mano y cogió con fuerza la muñeca de aquel hombre que volvía al pasado con plena consciencia.

.-¡¿Te acuerdas…?!...¿¿Esto si lo recuerdas?...Los gritos del doctor asustaron a la temerosa acompañante que se levantó ansiosa por alcanzar la puerta.

Owen gritó de nuevo.

.-¡Quieta!. De aquí no sale nadie!. (…)

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