Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 25 de octubre de 2015

VIAJE A ÍTACA (Relato del Domingo)



Domingo anterior


El doctor comenzó a sentir un desasosiego interno que quiso controlar levantándose para saludarle  a una distancia más corta. Rodeó la mesa y se acercó alargando la mano.
El hombre no se inmutó. 

Owen sintió como un calor insoportable  le invadía la cara por completo. Súbitamente, notó como la mirada de la acompañante de su paciente se fijó en ello. 

Tenía que saber controlar esta situación. Sus piernas flaqueaban. Un desvanecimiento súbito pareció invadirle.
Debía ser fuerte. El mundo vacío del Sr. Henry no contenía saludos, ni rostros, ni siquiera la leve sensación de ridículo que acompañaba a su hierática figura.

De repente Owen se sorprendió a sí mismo envolviendo la estancia con una voz ronca y contundente.

.- ¡!Siénteseeee…!.- Mientras empujaba con fuerza el hombro de su paciente hacia abajo”. (…) 

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25_10_2015

Relato del Domingo

Se produjo un silencio sepulcral. Nadie se atrevió a enunciar la primera palabra. El psiquiatra, azarado y sudoroso volvió a su asiento detrás de la mesa. Era como si ella le sirviese de escudo defensivo. Colocó su corbata, se reajusto los puños de a camisa y aclaró su voz con unos breves carraspeos.

Aquella cara le era familiar. No podía saber por qué el hombre que tenía frente a sí no despertaba en él compasión sino repelencia.

La mujer que le acompañaba comenzó a mover sus dedos sobre la mesa en señal de reclamo. No se atrevía a comenzar la conversación ante la intervención brusca e inesperada del doctor, pero quería irse lo antes posible de allí y dejar al anciano en su residencia para librarse de él.

.- Bien.- dijo Owen con cierto desconcierto dirigiéndose a ella.- ¿ El sr. Henry ha experimentado alguna mejoría en los últimos días?.- lo dijo con rapidez y sin mirar a los ojos al paciente.

.-No señor. Ninguna. Sigue confundiendo a las personas y no se reconoce en el espejo. Cuando se ve en él quiere romperlo pensando, seguramente, que alguien le mira y le amenaza.

.- Uhmmm!.- Owen colocó el bolígrafo entre sus labios y lanzó una posibilidad que pareció no gustarle a la mujer.- Tal vez se reconoce y no quiere verse.- Este comentario pareció molestarla.

.- No se reconoce. Lo sé muy bien. A mi misma me tiene por otra.

.-¿Y cómo le llama?.

.- Stella. Sí ese es el nombre.- Owen palideció al oírlo. De pronto, aquella bibliotecaria, que había destrozado su vida, volvía a su retina tan  nítida como repugnante. 

Se levantó súbitamente para pedir a Swa que le dijese el apellido del paciente. Ella advirtió al instante la turbación de Owen y se apresuró a consultar el ordenador. 

El doctor se desplomó en el sofá de la sala de acceso a su despacho incapaz de volver a él. Estaba allí frente al hombre que había ayudado a aquella inexpugnable mujer a hacer tanto daño a los compañeros de aquel internado y así mismo. Era él, no había duda.

.- ¿Qué sucede Owen? ¿Quién es?.- El psiquiatra guardó silencio por un instante. Se frotó los ojos y se levantó depositando un beso en el negro pelo de Swa.

Entró nuevamente a su despacho con una fuerza más fingida que real.

.-Está bien. Habrá que someterle a unas pruebas de diagnóstico profundo. 

.-¿Quiere decir usted que hemos de realizar pruebas médicas?.

.-Sí, entre otras de tipo psicoanalítico. Es necesario conocer dónde se aloja la lesión para tratar de mejorar su funcionalidad.- Owen se sorprendía a sí mismo tapando con tecnicismos su debilitada voluntad para seguir allí.

El paciente había clavado su mirada perdida en el doctor. Inmóvil mantenía un gesto dañino en su ceño fruncido. Era como si realmente reconociese en Owen la oscura etapa en la que habían protagonizado semejantes desmanes. Y lo hacía hieráticamente. 

Como si una sonrisa fría se hubiese encajado en su boca para demostrarle que no había asomo de arrepentimiento en él.

Owen, no podía seguir sus impulsos, que le hubiesen llevado a agredir mortalmente a aquel hombre cuyas evocaciones le colocaban muy cerca de la locura, pero de alguna forma se regocijo en la idea de la venganza. 

Por él…por todos los que habían sufrido de aquel modo. (…)










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