DOMINGO
ANTERIOR
Había
recurrido tantas veces a amores de plástico que estaba demasiado cansado para
aquel nuevo comienzo.
Tenía
miedo. Esa parálisis le había hecho perder el control.
Ella
le tomó de la mano, cogió su bolso y marcharon caminando muy lentamente a
través del inhóspito pasillo.
De
nuevo se repetía la historia pero en esta ocasión, Owen nada tenía que ver con
Steven. Él necesitaba tanto amor que seguramente cualquier forma en la que lo
recibiese sería bienvenida.
El
que había sido marido de Swa la había sometido a una auténtica tortura
psicológica de la que había salido fortalecida.
Ahora
sabía que podría con este nuevo reto. Es más, estaba deseosa de entregar todo
su amor a un hombre que lo necesitaba tanto y que movía su compasión de aquella
forma tan deliciosamente tierna.
Owen,
con la mirada perdida, apretaba cada vez más fuerte la mano de la mujer hasta
el punto de hacerle daño. Ella no protestó. Sin decir nada, soltó la mano del
doctor y le cogió el brazo para sujetar el tambaleo de su paso.
Súbitamente
Owen se desplomó. (…)
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Domingo
05_10_2015
El
episodio del Hospital había quedado atrás hacía muchos meses. Ahora, Swa se
encargaba de recibir a los pacientes del psiquiatra mientras éste intentaba
poner orden en su vida.
La
relación que owen podía ofrecer a la mujer china distaba mucho de ser la de una
pareja normal.
Ella
se había dado cuenta del desequilibrio del doctor y, paulatinamente, había logrado que éste le hiciese partícipe
de los fantasmas de su vida, aunque aún así guardaba el mejor secreto guardado
dentro de sí.
Aquel
hombre dislocado e indefenso le profería una inusual ternura que, tal vez,
hubiese confundido con amor.
Apenas
hacía un mes que la consulta funcionaba. Solamente habían acudido, de momento,
dos pacientes: la Sra. Peach y Mr. Henry.
Aquella
tarde, Owen permanecía en su despacho repasando la prosopagnosia del Mr. Henry. No era capaz de reconocer su
propia cara en un espejo, ni la de sus seres queridos, a los que confundía con
frecuencia. Tenía una disrupción bilateral que le impedía reconocer su
identidad. Un caso difícil, sin duda, pero apasionante y lleno de posibilidades
de recuperación mediante un trabajo continuado y minucioso.
Le
esperaba aquella tarde. Sería la tercera sesión que tenía con él.
El
timbre de la puerta sonó repetidamente. Swa abrió cuidadosamente esperando
encontrar al paciente al otro lado. No era él. Una mujer atractiva y de gesto
petulante preguntaba por el doctor con una familiaridad desconcertante.
.-¿Desea
una consulta?.
.-Owen.
Quiero ver a Owen.- Swa se inquietó al instante sin saber muy bien por qué. Era
una especie de corazonada. Una intuición certera y demoledora que hizo temblar de miedo todo su cuerpo. (…)
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