Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 2 de septiembre de 2015

LO CORRECTO; LO PERFECTO



Todos queremos la perfección. Aceptamos mal los errores, las deficiencias, las grietas o los deshilados de cada uno. 

 Nos gustaría ser perfectos, o casi, y mucho más si consideramos esta dimensión aplicada a nuestra pareja o a los hijos.

En el primer caso, con la pareja, suele suceder varias situaciones. Que o bien soñemos con el hombre o la mujer perfecta y queramos adecuar la realidad, que está junto a nosotros, a ese sueño o que en realidad aspiremos a tener lo perfecto en el otro y lo que de verdad tenemos lo veamos siempre como contravalores. 

Los defectos solapados y envueltos en dulce caramelo; o las taras agrandadas.

Si son los hijos los que tienen que llegar a la perfección, el proceso se opera distinto porque el amor incondicional nos sitúa en una posición diferente.

 Vemos donde no hay y creemos que son realidades  los sueños que depositamos en ellos.

No hay que exigir perfección porque es imposible darla. Incluso no es deseable. 

Posiblemente lo mejor de la vida nunca está dentro de la raya, en el carril correcto, ni en la nota exacta.

Lo mejor de la vida surge siempre cuando no se espera, ni se programa, ni se proyecta.

Lo mejor de la vida está en la sorpresa de encontrar que en la imperfección, lo mejor que vivimos.

No quiero ni hijos perfectos, ni amores correctos. No me quiero a mi metida en la línea de la perfección juzgándome a cada instante por salirme del camino.

Me doy permiso para ser incorrectamente imperfecta.
Y a ver qué pasa…
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“Nasrudin conversaba con un amigo.

- Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?

- Sí, pensé –respondió Nasrudin. – En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.

Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.

Entonces, resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.

- ¿Y por qué no te casaste con ella?

- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto…”

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