Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 21 de enero de 2015

LO QUE DE VERDAD NOS IGUALA



Todos somos iguales, o lo queremos creer cuando pretendemos parecer impolutos y libres de cualquier clasismo, racismo y xenofobia. 

Queda bien. Nos da un aire de bohemios que se instalan en una modernidad perpetua. Con esta actitud parecemos más generosos, flexibles y disponibles. Pero en realidad, no lo somos.
Cuando lo que está en juego es nuestra consideración social, las apariencias y lo material, entonces demostramos, con nuestros hechos, lo que con nuestras palabras queremos negar.

Sin embrago, lo que de verdad nos iguala es la cercanía a la muerte. Las circunstancias graves, los desastres vividos en compañía o el peligro acechando sobre quienes nada tienen que ver.

Recuerdo una anécdota vivida por un familiar mío. Éste frecuentaba una farmacia cuyo farmacéutico se ubicaba en un elevado rango social, atendiendo a las  numerosas posesiones, terrenos y efectivos que poseía. 

Evitaba los comentarios cotidianos sobre los banales acontecimientos  de paso del día a día. Ni el tiempo, ni los sucesos políticos, ni la subida de los precios, ni los partidos de fútbol…eran suficiente motivo para esbozar una sonrisa con los ciudadanos de a pie.
Cierto día comenzó a sonreír, a querer dialogar más allá de vender el medicamento de turno, a detenerse con la gente, “a perder” el tiempo con el desconocido que preguntaba alguna cosa, a regalar una caricia a los niños…a gozar de la ternura y del reposo, a igualarse al resto, en definitiva.

Al poco tiempo supimos que padecía un cáncer terminal. Fueron los mejores meses de su vida. Descendió del pedestal donde solamente se rodeaba de soledad. Aprendió, rapidísimo, lecciones de vida que solamente se integran cuando estamos ante un límite. Se dio entonces al mundo y su cara cambió absolutamente.

Nos iguala lo que amenaza.  Ante el temor compartido se esfuman las diferencias. 

La pena es que sea a veces tarde. No para amar, que nunca lo es. Tarde por el tiempo perdido; no por el que resta, que siempre será suficiente para recuperar en un instante lo que no se dijo, lo que no se besó, los abrazos que se dejaron escapar, las palabras que nacieron ásperas, las que no se dijeron o las que están esperando  salir.

No vale la pena nada más que aquello que nunca puede perderse y esto no está relacionado con lo que tenemos, sino con lo que somos.  

Desconocer este dato, hasta el último momento, puede pasarnos una alta factura. La peor. Perder tiempo de amar.

2 comentarios:

  1. Tratas un tema vital en la vida de los seres humanos y tu punto de vista deja muy clara la verdadera actitud y conducta que nos dará no solo mas felicidad sino paz auténtica frente a los demás seres.

    La muerte nos iguala.

    Sonará trillado y muchas veces "hueco" pero debemos aprender y ser concientes de que debemos vivir el dia a dia como si fuera el último.

    Una actitud positiva frente a la vida nos permitirá aceptar nuestra condición débil y efímera frente a la dura realidad.

    Saludos.

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  2. Efectivamente desde que nacemos, morimos. La vida es un corto flash entre lo que no recordamos. Venimos para experimentar y mejorar con ello. Contamos con cierta libertad en la elección del camino y también en la decisión de su cambio.
    !Aprovechemos cada instante!
    Saludos y gracias*

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