Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 5 de marzo de 2014

EROS Y TÁNATOS



         Vida y muerte, sexo y tránsito, movimiento y silencio, todo y nada. El contraste es el motor de la existencia. Ambos límites, las dos orillas, el principio y el fin, el comienzo y el desenlace suponen la diferencia en este mundo.
         Pocos son los tránsitos que verdaderamente determinan el ritmo de la existencia y pocas, también, las ocasiones en las que logramos valorar lo que tenemos y obviar lo que nos falta.
         Posiblemente, sea el sexo y la muerte dos polos que se toquen en sus extremos. Hacer el amor es morir de algún modo para dar vida, no sólo a otro ser, alguna vez, sino al propio que se desvanece siempre en la soledad de la emoción inmensa que le embarga entonces.
Cuando uno lo piensa bien, para todo estamos solos. Solos en nuestros adentros, viviendo entre las paredes de nuestra consciencia y en el fondo de lo subconsciente. Solos sin que nada, ni nadie pueda sentir por nosotros, sin que puedan sufrir lo nuestro, sin que consigan llorar nuestras lágrimas o reír nuestra risa. Solos en lo profundo del ser. Nadie puede nacer por nosotros, ni morir tampoco. Nadie sentirse solo en compañía, ni pleno en soledad. Nadie huir de sí mismo o reencontrarse más tarde.
Por eso, el sexo debería ser sagrado, porque a pesar de vivirlo en nuestros adentros, otro ser es parte de él. Debería ligarse al amor siempre, aunque tal vez, pensándolo detenidamente, sea así aun cuando no se ama y se utiliza. Posiblemente, en ese caso es cuando más amor se necesita aunque no se tenga y se juegue a simularlo. Muchas veces, los relatos de las profesionales dedicadas a su ejercicio, podrían contarnos las amarguras que llevan a sus clientes a comprar caricias.
 La necesidad de las necesidades, por excelencia, es encontrarnos con unas manos que se dejen caer por nuestra piel lentamente, o unos labios que besen con ternura nuestras ganas de sentirnos deseados, o un ímpetu salvaje que derrame en nuestro gozo el suyo propio en un intento de salvarnos mutuamente.
Nacer y morir; puerta de entrada y salida a esta vida maravillosa en la que hay que aprender a jugar para no vivir muriendo a cada instante.
Amor y sexo, el juego más bello y exquisito de todos cuantos aquí logramos conocer; con ello la muerte y el renacimiento perpetuo; todo en un solo acto.

1 comentario:

  1. Si este fuego no ardiera ....
    Si esta distancia no existiera....

    ...!

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