Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 15 de abril de 2013

ESTAMOS DE PASO



Todos lo sabemos, pero se nos olvida con demasiada frecuencia. Si hay algo de lo que en realidad estemos seguros es de nuestro irremediable final y por tanto, de que el camino por esta existencia es siempre corto.
Si pensásemos que lo que vivimos es una chispa de luz en la eternidad, posiblemente nos comportásemos de otro modo. Miraríamos con perspectiva.  Seríamos capaces de sobrevolar las situaciones y disponer cualquiera de nuestras conductas a nuestro favor.
Damos importancia a lo que apenas la tiene. Juzgamos, arrebatamos sentencias, condenamos y ejecutamos sin echarnos un vistazo en el espejo.
Nos creemos los más capaces, los más hábiles, los que están en posesión de la verdad. Tratamos con parcialidad y estamos siempre dispuestos a pensar que en de enfrente nos engaña.
Hemos dado amargos tintes a la vida sin entender que el camino es muy breve, que a veces se estrecha y otras se expande y que los tramos sin luz anuncian siempre claridad.
Lo mejor de este sendero es elegir bien quien te coge de la mano. A veces, ni siquiera podemos  optar por la elección y es la propia existencia la que se encarga de poner un nombre al lado del tuyo, el día en que naciste.
Toda la felicidad está en saber que los que nos acompañan están aquí por y para lo mismo y que su aprendizaje implica el nuestro, y para eso precisamente nos lo hemos encontrado durante la carrera.
         Es difícil pensar en el final. La vida está bien hecha a fin de cuentas porque vivimos como si no fuésemos a morir nunca y eso evita la amargura de convertirla en una continua despedida. Sin embargo, este olvido de su término también nos lleva a sobredimensionar nuestro rol en ella y a vestirnos con una arrogancia perpetua.
He pensado muchas veces que me gustaría poder sentarme frente a un café y reunir, en torno a mí, a todas las personas que han formado parte de mi vida y por alguna razón he hecho daño. Me gustaría pedirlas perdón serenamente y que entendiésemos juntos que  los errores son siempre fruto de la ignorancia más que de la maldad. Me gustaría, en definitiva, poder darles un abrazo, mostrarles mi agradecimiento por su presencia en mis días y seguir mi camino en paz.

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