Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 16 de abril de 2013

EL LUGAR DEL HOGAR



         Me pregunto dónde está el hogar de cada uno y si siempre coincide con la casa que habitamos. A veces el hogar nada tiene que ver con ella y ésta se limita a constituir una estructura demasiado cerrada para las ansias de libertad. Una libertad, que de manifestarse como una necesidad nos habla de carencias y de urgencias que en él no se colman.
         El hogar está donde esté lo que amamos, en el mismo lugar que encontremos el calor del afecto, la preocupación y el desvelo por nuestro bienestar y ese inconfundible olor a complicidad que deben rezumar las paredes que nos esperan para reposar.
         El hogar ha de constituir nuestro refugio. Ese descanso que nos espera con los brazos abiertos para hacernos sentir bien. Lo cómodo, lo cálido, la escucha, la espera y lo grato. Las sonrisas y las lágrimas. La expresión de lo que gusta y disgusta. El hueco donde acurrucarnos cuando tenemos frío en el alma. Por eso, el lugar del hogar es siempre aleatorio y solamente responde al amor que nos rodea.
         Muchas veces estamos lejos de casa pero llevamos el hogar con nosotros si estamos con quien deseamos o nos alejamos de lo que no queremos.
         El hogar no lo construyen los arquitectos ni los albañiles. Ni tampoco depende del espacio que ocupe ni de las riquezas que le adornen. El verdadero hogar es reducido y simple, porque no se trata de una cosa, sino de emociones, sensaciones y presencias que quedan pegadas a los recuerdos y que reposan allí con la misma paz que se vivieron.
         Uno suele relacionar el hogar con la niñez y si no tiene uno en su vida, siempre se retorna al de origen. Sobre todo, porque el hogar siempre va ligado a una imagen de mujer y si en nuestra niñez fue nuestra madre la que cuidaba, día a día, el hogar de cada uno, en la edad adulta es, posiblemente, la pareja la que sostiene su vigilancia.
         Hay un hogar en cada corazón que ama y a veces, eso basta. El resto, las paredes de ladrillo y hormigón solamente delimitan un espacio vacío que siempre espera ser llenado con algo más que gente en su interior.

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