Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 18 de abril de 2013

EL PELIGRO DEL AUTOENGAÑO



A veces, uno vive la vida engañando a otros. Otras haciéndose el engañado y la mayoría auto engañándose. Y esa es la opción peor. Porque cuando engañamos a otros caemos en un error de respeto por la persona que tenemos enfrente y tal vez, de desconsideración y de ultraje, pero cuando nos engañamos a nosotros mismos perdemos toda la posibilidad de rescatarnos de los errores y las equivocaciones quedando abocados al sufrimiento, sin remedio.
Sabemos que la mentira propia, la que nos contamos a nosotros, en su fondo, grita la verdad descarnadamente pero logramos taparla muy bien. Nos perdonamos con demasiada facilidad y con ello, entramos en una dinámica de escaladas continúas a un reino de taifas en el que nunca ganamos.
Ser sincero con uno mismo tiene costes, en ocasiones muy altos. Equivale a arriesgarse a que no nos guste lo que vemos cuando miramos al espejo del alma. Significa enfrentarnos con la verdad y tener que asumirla. Supone reñirnos a nosotros mismos, vernos desde fuera y mandarnos rectificar.
La mayoría de las veces preferimos ocultarlo tras la liviandad de quitar importancia a lo que hacemos, elegimos lo bueno de lo malo y nos quedamos con lo que parece que no nos culpa.
El autoengaño nos lleva a vivir una vida que no es la nuestra. A estar en el alma de otro, a ultrajar nuestro corazón hasta dejarlo seco y cuando queremos rescatarlo para entregarlo a quien lo merece, no logramos encontrrlo ya. Lo hemos perdido para siempre sin habernos enterado que ya no es nuestro.
Nos engañamos cuando mentimos a quien amamos o a los que son bondadosos para nosotros, cuando componemos las situaciones para que parezcan otras, cuando somos desleales o infieles. Nos engañamos cuando queremos hacer ver la claridad a los demás, mientras navegamos entre tinieblas, cuando estando lejos de la verdad queremos acercar un simulacro de ella a los oídos que nos escuchan. Y lo más mezquino es que en todo este proceso, nos creemos mejores, más inteligentes e infinitamente más hábiles para andar por la vida.
Yo me pregunto si esas personas algún día sabrán quién viste sus pantalones y quién cabe en su corazón. Me pregunto si podrán entregarlo, algún día, sin tener la certeza de que regalan humo a quien espera simplemente encontrar su verdad.

1 comentario: