Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 18 de marzo de 2013

EL HÁBITO DE MENTIR



Cuando nos acostumbramos a mentir, la mentira se hace tan amiga nuestra que nos olvidamos que es pura ficción. La abrazamos sin rozarla, la mezclamos con la verdad disfrazada de silencio, la llenamos de equívocos y ausencias, la vestimos de lamentos y disculpas.
Una verdad a medias nunca es una verdad. Lo que callamos se convierte en enemigo de lo que enseñamos y al final gana la batalla por pequeño que sea.
A veces uno vive en la mentira continua. La usa como moneda de cambio y se lleva por delante lo más digno de la persona que está escuchando.
Es fácil mentir al que te ama. En realidad, el que te ama se lo cree todo porque cree en ti. No tiene mérito creernos más listos por escurrirnos mejor. Podemos pensar que dominamos todas las situaciones, que controlamos el aquí y el allá, que somos capaces de mantener contentos a unos y a otros y eso es siempre imposible.
Posiblemente haya lectores que piensen que existen distintos tipos de mentiras…como si pudiésemos catalogarlas en orden de importancia y trascendencia; pero no. La mentira siempre es mentira. Pequeña o grande. Trascendente o intrascendente. Y desde luego, nunca es piadosa. La piedad es otra cosa y nada tiene que ver con la ausencia de la verdad.
Cuando nos enfrentamos a un caso donde la humanidad debe primar sobre la agresión de la información, entonces podemos recubrir la sinceridad de dulces ropajes translúcidos que permitan a la persona seguir creyendo en la vida. En cualquier caso, siempre que la verdad que se encubre se refiera a la persona misma que lo recibe.
En el resto de los casos, mentir siempre nos envilece. Aunque creamos que hay fines que justifican los medios, casi nunca es así.
Muchas veces no somos valientes para enfrentar las verdades que más pueden doler y las que más nos comprometen. Preferimos seguir ofreciendo humo de colores a quienes creen ver un arco iris en nuestros ojos.
Qué pena deberíamos sentir, que vergüenza de nosotros mismos cuando quienes nos cogen la mano confiados en nuestras verdades dejaría matarse por nosotros.
Tal vez, alguna vez aprendamos. Antes nos tiene que doler aún, muchas veces más.

Y Siembargo...JOAQUIN SABINA
http://www.youtube.com/watch?v=LYPTEtiHJUQ
 

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