Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 31 de agosto de 2011

CONFIANZA

Tener confianza es fundamental para vivir con seguridad. No es fácil ganarse la confianza de alguien, pero es muy sencillo perderla. Hoy estamos en un momento histórico tildado por la crisis; ganada  a pulso en base a la pérdida de confianza generalizada en la sociedad. Nadie confía en nadie. Los mercados han dejado de tener confianza en las empresas, los bancos tampoco confían en sus clientes, éstos desafían la ley de la gravedad cayendo en picado desde la torre de papel a la que les habían subido los que ahora niegan el dinero. Un dinero que solo existe en el mundo virtual y que ni en él se ha podido mantener.
         Sin embargo, la peor pérdida de confianza es la que uno tiene consigo mismo o con los más allegados. Ese, en realidad, es el verdadero desfondamiento de la existencia que nos está tocando vivir. Tener confianza roza, en alguna medida, con la fe. Uno cree en la persona en la que confía. Necesita creer para otorgarle su merecimiento. Porque en quien se confía, se arriesga. Y ese riesgo tiene un alto precio. Cuando alguien traiciona esa fe, algo sagrado se rompe en nuestro interior. Es como si se tratase de un delicadísimo jarrón de cristal depositado en manos de quien confiamos y éste lo dejase caer sin importarle los infinitos pedazos en los que  se rompe.  Mientras tanto…nuestra alma se quiebra en pedazos y no se recupera jamás.
         Para exigir confianza, debemos darla. Para conseguir que la gente confíe en nosotros, debemos demostrar que somos sinceros, que sabemos retener los afectos, que guardamos celosamente las intimidades que se nos entregan, que seremos fieles y leales a la fe que se nos deposita. Para confiar, debemos arriesgar. No hay ningún indicador mejor que la mirada del otro. Asomémonos dentro y sabremos si son dignos de nuestra entrega.
         Al fin y al cabo, en alguien confiamos siempre, alguien tiene que haber en el que descansen nuestras lágrimas…alguien que sepamos, al menos, que nos quiere. A partir de ahí, comenzamos a estar seguros para seguir con la vida.

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