Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 16 de junio de 2011

CAMBIO DE RUMBO

Cuando las relaciones o las situaciones de la vida se acaban, se acaban. No podemos forzar lo que está destinado a tener un final cercano. No es ni mal ni buen momento. Es el tiempo justo. El instante exacto en el que tenía que suceder. Muchas veces las relaciones hacen aguas por todos los sitios. Vemos el final mucho antes de que llegue, pero lo ignoramos en la previsión del sufrimiento que ha de cuasarnos la pérdida de lo que amamos. Y es que el amor nada tiene que ver con el entendimiento. En muchas ocasiones nos enamoramos de personas que desde un principio nada tienen que ver con nosotros. Sabemos que no es la piexa del puzzle que encaja en nuestro corazón pero sin encontrar su hueco sin embargo, lo desborda. No puede lucharse contra el sentimiento. Ël estará con y sin nuestro consentimiento. permanecerá siempre al hacecho para demostrarnos que puede con nuestra voluntad y con el afán de librarnos de él si es que no tienen posibilidad de seguir adelante. Por eso debemos entender y sobre todo, aceptar lo que nos pasa. Asumir incluso la tristeza. Llorar si es necesario, envolvernos en nostalgia y caminar por los recuerdos si es lo que nos pide nuestro corazón...pero una vez hecho ésto...debemos ponernos en pie, respirar profundo y decidir cómo actuaremos a partir de ese momento aunque sigamos cargando con el peso de uan inmensa emoción por la otra persona. No podemos, efectivamente, manipular lo que sentimos. Nos engañaríamos a nosotros mismos y tarde o temprano se alzaría con su voz propia reclamando lo que le pertenece. pero la esperanza debe estar en la forma de actuar frente a lo que sentimos. Eso sí lo podemos elegir. Siempre podemos quedarnos con las emociones, sin rechazarlas, sin pretender eliminar lo que tan fuertemente está arraigado en el alma... y comenzar de nuevo. Hay que dejar que el tiempo sea nuestro amigo y que junto a nosotros vaya encargándose de aligerar la pena, de permitir nuevamente la sonrisa y de encender la luz en nuestra mirada. Todo pasa. Todo. Solamente debemos saber cómo continuar con los afectos de la mano y no bajo nuestro pie.

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