Todo lo que nos sucede tiene un lado bueno, una bondad escondida, algo que aprovechar para nuestro beneficio, un ápice de luz colándose entre la oscuridad que parece invadir el suceso o problema.
Algunas veces, no sabemos qué hay bueno en lo malo, no encontramos la rendija por donde se cuela el aire fresco, ni sabemos hallar ese nuevo comienzo después de lo que se avecinó como el final.
Mira tu lado bueno, el de tus enemigos, aquel de quienes detestas o el que seguro tiene l@s que te hicieron daño. Posiblemente, lo bueno está en que no estén. Lo mejor se manifiesta en la ausencia, en el silencio o en el vacío. Ahí, lejos de estar en soledad, estás contigo y recuperarás la conexión que perdemos en ocasiones por volcarnos en los demás.
Necesitamos momentos a solas. Nuestro sistema nervioso nos pide calma a gritos. El corazón se queja alterando su rítmico tan-tan que late en nuestro pecho. El estómago se cierra. La mente se oscurece y los ojos lloran desconsolados por no pararnos a ver, ni valorar “ lo bueno” que hubo, lo que aprendimos, lo que amamos o lo que simplemente disfrutamos.
Todo y tod@s tenemos ese lado bueno que, aún con nuestros defectos, siempre nos hace mejores de lo que se nos supone.
Aventúrate a ver más allá de lo que parece y encontrarás tenuras que llevan tu nombre y que son para ti.

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