A veces, muchas veces, no se vive un tiempo de calidad
por lo que éste deja de ser tiempo vivido; es tiempo dormido, tiempo vacio,
tiempo dolorido, tiempo denostado.
Os dejo este conocido cuento al respecto.
¡Feliz semana!
Esta es la historia de un
hombre al que yo definiría como buscador
Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien
que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente
para quien su vida es una búsqueda.
Un
día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir.
Él había aprendido a hacer caso
riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así
que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos
caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una
colina a la derecha del sendero le llamó la atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un
montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una
especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo
invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la
tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso
el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban
distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los
de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras,
aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una
piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad
estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta
de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a
leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”.
El buscador se sintió terrible mente
conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del
muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más
tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor
terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí
y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si
lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el
buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta
ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la
horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a
construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo:
-Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos
una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le
regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es
tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta
intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo
disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y
se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de
conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la
emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?,
¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? …, ¿y el
casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el
hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas
situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento,
cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el
tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para
nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario