Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 17 de febrero de 2019

LA MEMORIA DEL ADN



No estamos en un tiempo único. Vivimos como si este fuese el momento exclusivo que la historia nos ha regalado. El resto, pareciese que fuera un cuento con protagonistas inertes que viven en la fantasía de un pasado que fue de otros. Pero si pisamos un suelo hecho de pedazos de vida, de ilusiones y glorias, de enfrentamientos y guerras, de canteros labrando la piedra y armando las estructuras a riesgo de su vida, entonces comprendemos que solamente somos chispas de estrella en un mismo espacio compartido.



Nos agobiamos porque no logramos expandir nuestra visión más allá del pequeño círculo que rodea nuestro ego. Creemos que el mudo que tenemos es el único posible, que apenas hay vida más allá de esta vida del día a día, que nuestros problemas son los más grandes y que nuestras pasiones las más dañadas.

No tenemos conciencia histórica de lo que sufrieron los que nos precedieron para que otros gozasen. De lo dura que fue la vida mientras se levantaban los monumentos que hoy admiramos y de las penurias de muchos que acompañaron a las victorias de unos pocos.

Y ahora, delante de nosotros mismos, desconocemos que resumimos todos esos padecimientos en una simple y diminuta muestra de nuestro ADN. 

Nuestro cuerpo, nuestra sangre, nuestra alma tienen memoria. Nosotros, no. Por eso cuando estamos dentro de una basílica o una catedral algo conecta con lo humano que hay en ella, algo que va más allá de lo divino presente; algo que rezuma cada muro, cada capitel o cada vidriera.

 Hay un cordón finísimo que nos une con un pasado y a un futuro del que somos el último eslabón de la siguiente cadena.

Inmensa sensación la que llega al corazón en un espacio sagrado donde el alma ya ha estado. 

Sin duda.


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