Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 18 de agosto de 2018

LA TESTARUDEZ DEL INVERSOR



Esta afirmación al leí hace tiempo en un artículo de un prestigioso economista italiano. Todo el contenido de sus reflexiones versaba sobre ello. 

Quien invierte quiere el rendimiento de lo invertido y espera encontrarlo, tarde o temprano, y soporta el precio de su riesgo.



Me pareció interesante. La economía es un excelente mapa donde encajar también las emociones. Parece, sin embargo, que nada tienen que ver incluso nos empeñamos que de ser algo, sean lo contrario. 

En realidad y en el fondo, todo es una transacción. Invertimos en acciones bursátiles, pero también invertimos en pasiones indescriptibles o en amores potenciales. 

Invertimos dinero, en caso de la economía; invertimos tiempo, voluntad, alegría, impaciencia, deseo, ternura y un sinfín de sentimientos que esperamos recuperar e incluso superar, en el caso del amor.

El amor puro existe solamente en una dimensión de ensoñación lejana a la realidad; ese amor que no espera nada a cambio hay que buscarlo con lupa. Siempre se espera. Lo mismo, al menos, si no más.

Nasrudín nos deja hoy una ilustrativa forma de testarudez de quien, a pesar del resultado no quiere renunciar al provecho que sea.

Veamos.



…”En el curso de un viaje, Mulla Nasrudin llega a un pueblo. En el mercado se queda pasmado delante de un tenderete de Frutas exóticas, desconocidas, que encuentra de lo más apetitosas. Le dice al vendedor:

Estas frutas me parecen excelentes. ¡Póngame un kilo!
Se va la mar de contento con su compra. Un poco más lejos, le hinca el diente a una de estas frutas rojas, pero al instante siente que la boca le echa fuego. Se pone rojo. Sus ojos lloran y, sin embargo, continúa comiendo. Un transeúnte, que le está mirando desde hace rato, le aborda:

-Pero ¿qué hace usted?

-Creía que estas frutas eran muy buenas. Pensando que no iba a tener bastante con una sola, he comprado un kilo.

-Comprendo, pero ¿por qué se empeña usted en comérselas? Son pimientos rojos, y son terriblemente fuertes.

-No son los pimientos lo que yo me como ahora -profiere Mulla-, sino mi dinero!”

En todo tenemos que invertir. De todo esperamos recibir. Posiblemente, lo más rentable sea invertir en felicidad. Eso nunca falla.

2 comentarios:

  1. Buenos días. Hace tiempo que no escribo aquí. Aun asi te sigo Flor y Nata.
    Después de leído el texto observo el error que cometemos en esa inversión. Pues el precio que ponemos a la felicidad es su opuesto, el sufrimiento y eso es un valor añadido que transmitimos en nuestra cultura y que hace difícil y compleja la vida. La felicidad esta servida, al alcance de todos y si nos diéramos cuenta de lo asequible que es, todo nuestro sistema de inversión se vendría abajo...

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  2. mmm si que se lucieron mis angelitos, y ay oso que no pasaba .... muchos abrazos, se cuidan!

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