Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 1 de agosto de 2017

ECOS DE CARACOLAS



A veces uno tiene la impresión de estar oyendo solamente, ecos de caracola. Es como si nuestra vida estuviese en un bucle y en ese círculo continuo oyésemos aquello que queremos oír pero a lo lejos, muy lejos.




En ocasiones te ayudan a escuchar; otras eres tú mismo el que escribes la sinfonía. Nota a nota, compás a compás. Colocas la clave y determinas el ritmo. Y lo escuchas, una y otra vez, enamorado de tu creación y sin darte cuenta que es una obra tuya que nadie oye.

Me gusta ser realista. Me gusta soñar pero a puñaditos, salpicando la realidad con gotas de esperanza. Diminutas, transparentes, capaces de reflejar lo que ven a su paso y dispuestas a refrescar cada añoranza perdida entre recuerdos y glorias.


Todos hemos puesto, alguna vez, una caracola en nuestro oído. Todos hemos escuchado multitud de sonidos que nos acercaban al movimiento delicioso del agua batiente contra la arena y con ello, hemos imaginado multitud de cuentos y mágicos sucesos en los que estaban implicadas sirenas, dragones y piratas que siempre nos invitaban a participar.


Una caracola era una caja de sorpresas, una puerta de entrada en otra dimensión, la primera página de una nueva historia por vivir que se hacía posible gracias a la conexión entre lo que oímos y nos imaginábamos. 


Entonces, con ella pegada a nuestra cara, recuperábamos la capacidad de soñar.


Busca una caracola y con mayor empeño si estás lejos del mar. 


Acércala a tu oído. 
 
Cierra los ojos. 

Escucha.

 Sueña. 

Hazlo a menudo.

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