Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 18 de octubre de 2015

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo)



Domingo Anterior

.-¿Dónde estabas?. ¡Qué sucede Owen?. No me has contado todo.- El psiquiatra tomó la mano de aquella angelical mujer y le llevó hasta la biblioteca del despacho que ocupaba. Allí desplazó una de sus estanterías y mostró a Swa el escondite que había utilizado.

.-Owen, es el momento de que me cuentes la razón del grave peligro en el que te encuentras; solo así podré ayudarte.- El doctor comenzó a gritar, descontroladamente, golpeando de nuevo su cabeza contra la pared.

Aquella situación comenzaba a convertirse en un peligroso juego de adivinanzas que sumió a Swa en un profundo desconcierto. ¿Sería capaz de seguir a su lado a pesar de todo?

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Domingo   18_10_2015 

“…Owen logró calmarse después de un largo silencio. Se volvió hacia Swa  con una mirada penetrante y densa. Le pidió su confianza.

.-No puedo decírtelo aún. Confía en mí. ¡Adorada mía!. Me ayuda tu presencia junto a mí. Contigo estoy a salvo. –El psiquiatra tenía una asombrosa facilidad para  de inmediato de la furia más aterradora  a la calma más sosegada que nadie pudiese imaginar.

Corrigió el nudo de su corbata, se arregló el pelo y aclaró su garganta en varios golpes de tos que le hicieron parecer un ser diferente.

Swa permanecía desconcertada. No podía dar crédito a lo que había presenciado ya en varias ocasiones. El arrebato más demoledor se resumía en breves instantes dando paso al fluir de la vida normal. 

Algo había en aquel hombre que le impedía abandonarlo a su suerte. Sin Marco estaba sumido en la más profunda soledad con todo un mundo lleno de amenazas tras de sí.

Se preguntaba por qué ella debía sentirse culpable de una situación semejante con una persona que conocía solamente hacía unos meses. Y sin embargo, un lazo invisible le unía a aquel hombre. Era como si le conociese desde siempre y tuviese que cuidar de él sin remedio.

Salió del despacho de Owen sin decir nada. Un nudo en el estómago le recordaba que en el fondo no sabía para qué estaba en aquel lugar, aunque aún seguiría por un largo tiempo más.

Había dejado al doctor sentado, de nuevo, detrás de su mesa, colocando los expedientes de ambos pacientes. Previamente, ella misma, había abierto el del Sr. Henry que llegaría en breves instantes.
En aquella sala de espera, elegantemente decorada, comenzó a colocar las flores naturales con las que todos los días renovaba el ambiente con un delicioso frescor.

No sabía realmente qué hacer. Frente a sí, un hombre atormentado y lleno de miedos. Perseguido sin un motivo, aún consciente para ella, y aterradoramente descontrolado cuando una especie de oscura locura se apoderaba de él.

Nuevamente el timbre de la puerta sonó, ahora, dentro del horario en el que el paciente debía llegar.

 Swa abrió la puerta. 

Allí estaba él, dirigido por una pequeña mujer cuyo aspecto siniestro empeoraba la mirada perdida y el gesto hosco de aquel paciente. 

Ante el saludo cortés de la mujer china, seguido de una inclinación de su cabeza, el paciente y su acompañante pasaron sin decir nada.

Swa les dio paso al despacho del doctor, éste se levantó de inmediato para saludar al paciente que no recordaba su propia cara.

.- Sr. Henry tome asiento.- La mujer le cogió el brazo y le dio un leve tirón para indicarle que debía sentarse, pero no lo hizo.
El doctor comenzó a sentir un desasosiego interno que quiso controlar levantándose para saludarle  a una distancia más corta. Rodeó la mesa y se acercó alargando la mano. 

El hombre no se inmutó. 

Owen sintió como un calor insoportable  le invadía la cara por completo. Súbitamente, notó como la mirada de la acompañante de su paciente se fijó en ello. 

Tenía que saber controlar esta situación. Sus piernas flaqueaban. Un desvanecimiento súbito pareció invadirle.
Debía ser fuerte. El mundo vacío del Sr. Henry no contenía saludos, ni rostros, ni siquiera la leve sensación de ridículo que acompañaba a su hierática figura.

De repente Owen se sorprendió a sí mismo envolviendo la estancia con una voz ronca y contundente.

.- ¡!Siénteseeee…!.- Mientras empujaba con fuerza el hombro de su paciente hacia abajo”. (…)

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