Todos
queremos vivir con ilusión. Sentir la pasión en el pulso del día y estar
esperanzado en cada proyecto que surge en él.
La
ilusión es una asignatura pendiente para muchas personas. Al igual que la felicidad,
solemos ponerla fuera de nosotros. En alguna persona, en algún objeto, en
alguna conquista. Pero en realidad se trata de una actitud en la que se ven
implicados otros factores muy importantes.
No
hay ilusión si no estamos anclados en la esperanza, no la hay si la autoestima
es baja o no existe, no aparece cuando nos anulan, no asoma al lado del miedo.
La
ilusión, cuando el alma está en sequía, debe aparecer poco a poco, como una
planta que germina día a día. Es un proceso que comienza lento para quienes
están en la zona cero.
Recuperar
el entusiasmo pasa por horas de soledad fructífera, por momentos de revisión
profunda de nuestros más íntimos valores, por la decisión certera de ser feliz
a pesar de las lágrimas, por la fuerte voluntad de seguir a pesar de que en
esos momentos todo duela.
Por
el contrario perder la ilusión también es muy sencillo. Basta con matar la
confianza y se anula a base de decepciones basadas en expectativas mal
calibradas.
Cada
uno somos como somos y lo que somos. Desde nuestra biografía. Desde el segundo
cero de nacer, en cada paso mal dado al comenzar a caminar, en cada logro bien
hecho, en cada caída y cada subida. En la forma de saltar los escrúpulos o en
la manera de abrazar los valores. Y con ese cúmulo de aciertos y errores
avanzamos por la vida. Unas veces llevándonos por delante a quienes no debemos,
otras siendo nosotros los que debemos soportar el yugo de otros; y la mayoría
siendo víctimas de nuestras propias debilidades.
Reconstruir
la ilusión no es misión rápida pero al menos debemos creer que es posible
y que en todo momento habrá ángeles a nuestro lado que nos
facilitarán la tarea.
Me
gusta el cuento de los barcos en el que Dios envía, para salvar a una persona
que estaba ahogándose, varios barcos sin que ésta recoja la ayuda. Al morir y
ver al Señor le reclama el por qué de su falta de apoyo cuando rezaba en la
zozobra. Dios le responde que esa ayuda le había sido enviada pero había
querido verla.
Espero que seamos
capaces de ver todas las ayudas que llegan hasta nosotros para volver a
instalarnos en el entusiasmo de vivir.
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