Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 18 de junio de 2015

BOFETADAS QUE DESPIERTAN



La vida es una sucesión de etapas que cuando se inician abren un mundo nuevo que nos sorprende y atrapa, pero cuando se terminan nos dejan con sabores distintos según nos hayan tratado.


En realidad todo es impermanencia. Posiblemente nos aferramos a lo que nos gusta, a la calidez y a la comodidad, a aquello que nos transmite ternura y a quién nos cuida.
Nos apegamos al sentimiento, a la visión que se crea en nuestra mente del otro, a los pequeños detalles, a las rutinas y a los hábitos. Nos quedamos enganchados en las ideas y nos cuesta mucho ver la realidad.


Yo soy de estas personas que tienen que darme más de una “bofetada” para despertar. No me basta con una. No puedo creerme lo que veo. Tan aferrada estoy a la imagen mental que las palabras del otro han operado en mí, que a las acciones no puedo darles crédito.

Poco a poco, una y otra vez, bofetada tras bofetada, voy despertando. Es un abrir los ojos, lleno de amargura. Un sentarme en medio de la nada que se ha abierto delante para comenzar a tragarme que lo que veo es cierto y que por muchas ganas que tenga mi ser de encontrarme con otra cosa, es así y no hay más.
Trabajar con el apego es una tarea honda, compleja y dolorosa pero al final liberadora.

Hay que esculpir de nuevo el cerebro. El apego está ligado, de alguna forma, a las neuronas que se han conectado, muchas veces, de una determinada y única manera en relación a aquello que estamos apegados. Al realizar un proceso interno de desapego estamos desactivando el “hábito emocional” con el que el cerebro ha funcionado tanto tiempo.

Si soltamos “algo morirá”; es como si lo que hemos puesto nuestro en el otro también lo hiciese.  Pero precisamente necesitamos que algo muera para gozar del gran beneficio de su muerte.

He necesitamos muchas “bofetadas” para darme cuenta de la realidad. Todas me han dolido mucho pero menos que manejarme en la incertidumbre  de la mentira del otro.

He empezado a modelar de nuevo mi cerebro, poco a poco, sin prisa pero con la certeza de la necesidad de construir un nuevo mapa mental.

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