Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 31 de mayo de 2015

VIAJE A ÍTACA ( Relato)



Comencé a recordar aquel oscuro sótano y la forma en la que aquel matrimonio siniestro me había tratado. ¿Serían ellos los responsables del accidente?¿Era en realidad un accidente lo que me tenía postrado en esa habitación? ¿Qué me había sucedido?.  (…)
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31_05-2015
De pronto se abrió la puerta de la habitación. Sentí pasos. Ellos estaban allí. 

.-Mi querido niño.-dijo la voz de la bibliotecaria.- menos mal que has abierto los ojos. Creímos que te perderíamos para siempre.- diciendo esto tomó mi mano traspasándome el frío de la suya. Miró a su marido y le indicó, con una mueca,  que tomase la palabra. 

Él aclaró su garganta.
.-Ejemmmm…bueno, ahora te llevaremos para casa.
.-¿Qué me ha pasado?.-dije.
.- Te desvaneciste en la escalera del sótano y caíste por ella dañándote un riñón. Lo has perdido.- El sr. Brian parecía poco convencido de lo que decía. Miró a su mujer y ella bajó los ojos. Era evidente que mentían. 

Temblaba de miedo bajo aquellas escasas sábanas. Indefenso, lleno de dolor y sin ninguna defensa comencé a llorar en silencio.

.-¡Owen!...estás llorando…gritó Marco. ¡Sal de tu pasado!. Amigo, terminó!, no está más!.- Se acercó y abrazó fuertemente al prestigioso psiquiatra.- Vamos tienes que olvidarlo o mejor, déjalo ahí para no volver a pasar por él.

Owen se dejó arrastrar por el abrazo de Marco y continuó llorando en silencio un buen rato. 

.-Seguiré contándote aquella pesadilla Marco, Ahora no puedo seguir.  No me encuentro bien. Necesito descansar un rato.
Se tumbó en el sofá reservado a los pacientes. Cerró los ojos e invitó a su amigo a que acudiese a su lado.

Marco se sentó en el suelo y apoyó la cabeza sobre la piel del sillón a la altura de los codos del Owen. Tomó un libro y comenzó a leer en voz baja para facilitar el sueño de aquel profesional que comenzaba a curarse a sí mismo desde aquel momento.

Al cabo de unos instantes, Owen cayó en un profundo sueño. Su teléfono móvil había quedado sobre una mesita auxiliar cercana al diván.

Marco continuó leyendo aquel libro de cuentos orientales que le habían permitido al profesor entrar en un sopor gratificante.
A los pocos minutos el sonido ronco de la vibración del móvil de Owen se agitaba en solitario en aquella mesa.

Marco dejó el libro y tomó el teléfono en su mano. De nuevo aquel número oculto asomaba en la pantalla, anónimo y desconocido. Apretó la tecla de respuesta.

.-Sí? Dígame?
.-No te librarás de nosotros. ¡Nunca!.
.- ¡Qué queréis de mi!.- Marco usurpando la personalidad de Owen pretendía terminar con el tenebroso pasado de su amigo.
.- Sabes bien lo que queremos. Danos la libreta y todo habrá acabado.
.- Está bien. Qué gano a cambio.
.- La libertad. No te molestaremos más.

.-No está ahí lo que buscáis.- En realidad no sabía de lo que hablaba pero pretendía iniciar una conversación en la que ellos pudiesen desvelarme el motivo de tanto sufrimiento.

.-Owen, Owen…nuestra vieja deuda pendiente se esconde en esa libreta que tanto nos niegas. Sabes perfectamente que nos referimos a tus compañeros y a las operaciones a las que se le sometió. Eso sí…respetando vuestra salud; o es que acaso la falta de un riñón te ha ocasionado problemas…? Por favor Owen, no te atreverás a denunciarnos.

Guardé silencio. Acababa de entender que se trataba de un gravísimo problema de tráfico de órganos del cual Owen tenía las pruebas.
Sin duda, estaba en peligro.

Alguien cortó la llamada. El propio Owen había apretado la tecla de finalización. Ahora me miraba con un gesto adusto donde se traslucía su evidente enfado.

.- Marco, ¿qué haces con mi móvil?...ahora tú también estás complicado en este asunto. No ha sido inteligente por tu parte hacerlo. 
Ahora no hay remedio (…)


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