Todo lo somatizamos. Las emociones
atrapadas, las angustias acumuladas, las tragedias del alma, las ansiedades no
resueltas y hasta los deseos más ocultos.
Cada uno va tensado una cuerda, un
nervio, un tendón, un órgano, un sistema y así, poco a poco, se va deteriorando
nuestra salud.
A
veces sentimos que los dolores de cabeza van en aumento, que aparecen
espontáneamente, que se repiten injustificadamente. Otras, algo nos atenaza el
estómago y parece revolverse contra nosotros.
Dolores
musculares, de garganta, insomnios y mareos cubren el resto de los
padecimientos que se derivan, en muchas ocasiones, de las emociones mal
gestionadas.
También
es cierto que el cuerpo avisa. Hay un sensor que nos alerta de que algo va mal.
Lo peor es que, generalmente, no le hacemos caso. El síntoma se repite y
nosotros nunca lo relacionamos con esa discusión, con el enfado, con los
rencores, con el odio o con los sinsabores.
El
cuerpo nunca olvida y repite. La medicina tradicional insiste en resolver los
síntomas y en encontrar causas fisiológicas en lo que tal vez tienen un origen
anímico que se hace endémico a base de ignorarlo y de obviar sus avisos.
Todos
podemos colaborar en nuestra propia curación. Hay una fuerza interior que está
dispuesta a ayudarnos continuamente. Solo hay que hacerse presente adentro.
Observar lo que va mal, preguntarnos a qué se debe esa anomalía y regenerar la
salud con la poderosa fuerza que procede de saber que todo está bien y que lo
que altera nuestro equilibrio se resolverá cuando lo decidamos sin más.
El
poder está en nuestra mano. Las decisiones comienzan con el deseo de estar bien
y ser feliz. En ese momento, entonces, todo se dispone a nuestro favor para que
logremos el bienestar que merecemos.
Cierra
los ojos tendido sobre tu cama. Repasa cada parte de tu organismo mientras le
preguntas por su equilibrio y su función. Si algo no va bien, si identificas la
alteración deja que llegue a ti la causa
que desde tu alma provoca la insatisfacción.
Envíale
la luz violeta de tu mejor intención para sanarlo…hazlo, repítelo cada noche…y
experimenta la mejoría.
Somos
polvo en un lodo que se ha hecho barro en la arcilla de nuestras manos.
Aire
al fin, lleno de nano partículas infinitesimales de energía de amor puro.
Todo
puede estar bien.
Y, sí alguien es demasiado abyecto y disperso? Qué decir de esas personas? Tengo un amigo, que es bastante desprendido, la verdad no sé que pensar de el. Me desconcierta tanto, unas veces es más cálido, otras muy frío. Me gustaría conocer tú opinión acerca de éste dilema que tengo. (Me interesa un poco este chico, y no sé cómo actuar, o cómo comprender su postura). Te sigo, y te leo atenta desde que me topé con tu blog. Besos desde Colombia, Luisa.
ResponderEliminarEncantada de poder contesrarte Luisa. Creo que lo que causa fustracción es las expectativas de nuestra mente sobre el otro. Qué esperamos? Estamos abiertos a aceptar y comprender al otro? Lo queremos acomodar a la respuesta que esperamos de él/ella? ... Sabemos interpretar bien los mensajes que nos transmite o desesperamos creyendo ver otra cosa?.
ResponderEliminarDéjate llevar de forma libre, seguro que está más cerca de ti de lo que crees.
Gracias por seguir el blog!
Un afectuoso saludo