Ayer, escuchaba una meditación guiada que
contenía la frase del título. Me pareció inmensa en su sencillez.
…” Ahí
dónde está tu cuerpo, ahí está tu vida y en ningún otro lugar”…
Sanar el cuerpo pasa por centrarnos en el
presente. Por revisar las creencias limitantes, por dejarlas a un lado. Yendo
desde las tareas y preocupaciones del mundo exterior a la paz de estar solo con
uno mismo.
Dejando marchar las tensiones que nos
atenazan. Abrazando la sencillez del momento. Soltando… nada que hacer, nada en
que ocuparnos…rescatando el instante preparado por nosotros para nosotros.
Demos un “SÍ” a nuestro momento. Aceptemos
ese ámbito de soledad llena de nosotros mismos y creemos en él los puentes que
nos llevarán a caminos futuros.
Para no perder la vida, tenemos que llenar
el tiempo de presentes. De instantes en los que centrarnos. De proyectos
insignificantes con los que hacer una meta importante. De pasos pequeños dados
como los niños que comienzan a andar para un caminar seguro, más tarde.
A veces uno no sabe por dónde empezar. La
vida se desmonta y te quedas en la zona cero.
¿Qué hacer ahora?¿Cómo volver a ilusionarnos
por algo?¿De qué forma iniciar el camino?...No tengo respuestas salvo la
intención de no quedarme inmóvil.
Estoy segura que la vida va abriendo
puertas mientras quedan atrás las que se cierran.
No sé cómo, no sé cuándo ni sé por dónde
comenzar. Pero estoy abierta a la felicidad que quiera invadirme.
Ella lo sabe. Vendrá en mi busca. Mi única
tarea será cuidarla y mantenerla. El resto se alumbrará sólo y me iluminará a mí.
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