Me preguntaba una amiga, estos días
pasados, qué opinaba sobre seguir los dictados del corazón cuando la cabeza
camina en contra. Conocéis mi impulsividad y también, poco a poco, mi sosiego.
Prefiero quedarme a la expectativa, ahora, aquietar mis impulsos, no darlo todo
en un instante, ni regalar afectos sin mirar a quién.
Lo he estado pensando mucho. La verdad
es que la armonía mente y corazón es el logro mayor que podemos alcanzar, pero
la mayoría de las veces esto está fuera de lo normal y luchamos en contra de
ambos grandes mandatarios de la conducta.
Actuar con el corazón siempre conlleva
riesgos y a veces muy altos. Pero elegir la tiranía de la razón no equivale a
no equivocarse. También la mente se equivoca y lo que nos parece correcto se
convierte en imposible cuando el corazón grita.
Lo único que podemos hacer es evaluar
la fortaleza que nos asiste para cualquiera que sea la decisión que tomemos. La
valentía que muestre nuestro carácter y el convencimiento de que sea el
resultado que sea el que obtengamos, vamos a seguir caminando hacia delante.
No es fácil aconsejar. Y no lo es
porque desde fuera todos somos capaces de organizar la vida de los demás y
porque nos parece que ejecutar una toma de decisiones es sencillo cuando no
estamos implicados. Por otra parte, cuando en el consejo va una elección en el
amor, la cosa se complica.
A veces, cuando uno no sabe qué hacer,
hay que abrir los ojos y mirar lo que no se ve. En ocasiones hay señales que inconfundiblemente
nos hablan de lo mejor para nosotros, en ese momento. Aunque bien mirado…¿qué
es lo mejor? ¿Y en qué circunstancia o tiempo?.
Posiblemente, lo que creemos negativo
hoy, mañana se convierta en una oportunidad para superarnos. Por eso, no me
atrevo a opinar nada.
Tal vez yo, oyese primero al corazón
pero sin duda, la mente tendría la llave de paso del torrente que seguramente
quisiera escapar de él. Y al final, tomase la decisión que tomase estaría
segura de que era la correcta por estar dispuesta a llevarla a cabo pese a
quien pese y por encima de todo.
Esa es la mayor grandeza. La seguridad
de asumir como lo mejor lo que hayamos elegido. No hay mejor camino.
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