Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 17 de diciembre de 2012

CONOCER LAS DEBILIDADES

Es difícil estar preparados para la sorpresa, incluso es un contrasentido. No podemos disponer el ánimo y templar nuestra calma frente a lo que no sabemos que va a venir. Lo único que podemos hacer es tratar de conocer nuestras debilidades y robustecer las fortalezas. Esto es lo que en economía, al menos, ejerce un valor operativo; y  en la gestión de las emociones, sin duda también.
         Como prevenir lo desconocido es prácticamente imposible, tenemos que acogernos al hecho de conocernos bien. Saber en qué puntos de la conducta fallamos, dónde está la quiebra y de qué modo caemos sin remedio nada más que aparezca el problema. Si logramos hacerlo así, nada podrá tumbarnos porque lograremos descubrir las estrategias para resolverlos. Pero no cualquiera, sino las nuestras. Las que son verdaderamente válidas para sacarnos de ellos.
         Si nuestro problema es no saber decir “no” a tiempo, tal vez debamos dilatar las respuestas y ser capaces de reflexionar más antes de darlas. Si no logramos expresar los afectos con facilidad, posiblemente debamos ejercitar, poco a poco, oralmente primero y físicamente, más tarde, la complicidad con quienes amamos para hacer de ello un hábito sin dificultades. Si es la capacidad de compromiso la que falla, sin duda debamos comenzar por ser consecuentes en pequeñas cuestiones en las que iniciemos un trato con nosotros mismos en el cual ninguna de las dos partes falle.
         Lo importante es descubrir el punto de inflexión. Saber cómo vamos a caer y cuándo porque si bien es imposible evitar absolutamente todo el dolor que produce tropezar una y otra vez en la misma piedra, al menos podremos levantarnos con rapidez y comenzar de nuevo.
         Si logramos restablecer nuestro equilibrio con facilidad podremos, inmediatamente hacer uso de las fortalezas y vigorizar nuestro debilitado ánimo con aquello en lo que nos reconocemos sólidamente cimentados.
         Si lográsemos sentirnos seguros con nosotros mismos, si creyésemos en nuestra fuerza interior pero sobre todo, si confiásemos en nuestra valía, sea ésta la que sea porque siempre existe, cualquier debilidad podría ser el trampolín desde el cual desplegar una fortaleza y con ella plantar cara a la vida sin miedo ninguno a lo que ha de venir.
         Podemos comenzar en cualquier momento. Ahora mismo, es el mejor.

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