Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 15 de mayo de 2011

Creer o no creer

Todos tenemos un dios. Necesitamos imperiosamente creer. En lo que sea. Es más difícil desfondar la vida después de la muerte sin creencias que vivir con la seguridad de que algo o alguien...nos protege, nos ama y nos cuida permanentemente. Bastaría con dejar de creer para que nada tenga el mismo sentido. El bien y el mal, resueltos tantas y tantas veces en referencia con la bondad, emanada de la creencia en el amor infinito de quien no descuida nuestra protección, se proyectan en las consecuencias que en esta vida o en la futura, tendrá para cada uno. Los fracasos, las dificultades de la vida, los sinsabores o los baches del camino son más ligeros si se cree. La fe es una necesidad.
Lo que sería debatible queda centrado en el objeto de la creencia. ¿Es necesariamente un dios quien asume el protagonismo?¿Es una idea o filosofía de vida?¿Es una fuerza poderosa?...no importa tanto cuál sea el motivo por el que creemos como el hecho en sí de confiar en algo que nos asegura la certeza de estar protegidos y poder seguir adelante con la fortaleza puesta en la de otro.
En ocasiones, los acontecimientos que nos rodean son tan radicalmente contrarios a nosotros que dejamos de lado la creencia y pedimos explicaciones a aquel en quien hemos dejado de confiar. ¿Por qué a mi?¿Acaso me he portado tan mal para merecer ésto?¿Por qué siempre me persigue la misma suerte?...Preguntas que derivan en una nueva fe necesaria para salir adelante: la que nos profesamos a nosotros mismos.
Si no se es capaz de creer para seguir en la seguridad de que ante aquello que no depende de nosotros, lo que se escapa a la normalidad de la vida o lo que llega por sorpresa tenemos un compañero de camino que nunca se cansa de tener su mano sobre la nuestra; si no se es capaz de sentir la necesidad de esa protección, que no se ve pero se intuye de algún modo...lo mejor es mirar hacia dentro y encontrar en nuestro interior las razones para cobijarnos al seguro bienestar de entender que nosotros, al menos, no deberíamos fallarnos y si eso ocurre, poder reaccionar con rapidez para no perder la única esperanza que nos mantiene fuertes ante las dificultades: la fe en nuestra capacidad de renacer de nuestras cenizas, como el ave fenix.

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