Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 22 de julio de 2018

EL TIEMPO PSICOLÓGICO



Es muy curiosa la apreciación del tiempo dentro de nosotros.
Hay un tiempo que se esfuma sin darnos cuenta, horas que son segundos y días que ni siquiera notamos que pasan. Otros, sin embargo se dilatan, se estiran, se hacen interminables. Pareciese que las manecillas del reloj tuviesen una traba, algo que les impidiese andar, un pesado motivo para dejar de moverse.



Y es que el tiempo no existe. Hemos dividido en trocitos la vida para creer que la podemos controlar. Y hemos inventado el pasado y el futuro que nos atrapan mientras vivimos un presente continuo siempre.

La vida es lineal y sucede siempre hacia delante. Los acontecimientos marcan el ritmo de lo que llamamos tiempo. Más rápido si lo apreciamos como feliz, muy lento si lo  vivimos como desgraciado.

Mi padre, que tiene 93 años y una mente muy clara, siempre mantuvo que el tiempo no existe. Que estamos en el mismo lugar y en el mismo instante que las hordas de medievales o los grupos prehistóricos que poblaron cada territorio. 

Se nos hace difícil aceptar esto porque de alguna forma con la sucesión del tiempo, su paso y esa división artificial de lo que pasó y lo que vendrá tenemos la sensación del progreso, de avance, de que somos el final mejorado de nuestra especie; lo mejor a lo que ha llegado. Que tampoco es real.

Posiblemente, el tiempo tenga capas superpuestas, dimensiones diferentes que no apreciamos y en ellas sucede la vida de cada uno, que por otra parte nunca es aislada. Estamos enlazamos por eslabones invisibles que transmiten por la misma corriente lo que sucede a los demás. Piezas de un puzle que encajamos en los bordes recortados de otros sin los cuales no ocuparíamos nuestro lugar  ni ellos el suyo.

La sensación de la dimensión temporal es algo aprendido a pesar de que el cambio en lo que vemos y en nosotros mismos nos hablen del ayer y del mañana. Son sucesos concatenados cuya valoración nace y muere en  nosotros y con nosotros.

De ahí la importancia de vivir con intensidad pero con sosiego, lo que llamamos presente porque en realidad es lo único y lo más mágico que podemos experimentar. Lo que somos.

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