Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 8 de junio de 2017

¿Y TÚ... QUE CUENTO TE CUENTAS A TI MISMO?



Hay gente que se pasa la vida contando cuentos. Otros se inventan los que no existen y algunos viven de ello.


Todos nos contamos cuentos alguna vez. Cuando éramos pequeños nos encantaba escuchar cuentos porque de alguna forma, en esos momentos, huíamos de la realidad y vivíamos otra que siempre nos gustaba más.


Hemos crecido y los cuentos no los hemos dejado. Sustituimos a la persona que se encargaba de narrarles por nuestra propia mente y seguimos haciendo creer a los demás y a nosotros mismos que efectivamente la realidad siempre es distinta a como la vivimos.


En los cuentos siempre hay personajes nobles, sinceros y bondadosos; otros malvados y demoledores; y unos terceros que ejercen un papel de mediadores para recordarnos que nada es tan blanco ni tan negro; que existe el gris.


Lo peor de los cuentos es que en ellos hay una especie de engaño. Siempre hay un final feliz. A los malos se les castiga o, al menos, no se salen con la suya. Y los protagonistas siempre enseñan una lección en la que salen beneficiados, ellos y los demás.


La vida no es así. Por muchos cuentos que nos cuenten, los finales casi nunca son felices y las lecciones no son duras solamente para el que lo hace mal, sino que las consecuencias se expanden como el aceite a los de al lado.


En este relato infinito que es la existencia, la narración más importante es la que nos contamos a nosotros mismos. Nos contamos historias y cuentos en los que nos perdonamos o en los que nos condenamos. 


Rumiamos una y otra vez el mismo trozo de pastel y lo saboreamos de tantas formas que terminamos no distinguiendo su sabor.

Es muy importante el cuento que nos contamos a cada instante. Víctimas o verdugos; uno de los dos papeles que nos toca ejercer sin remedio y en el que arrastramos a mucha gente de alrededor.


Posiblemente sea bueno revisar cada noche que cuento nos hemos contado ese día. A quienes hemos hecho brujas o hadas, verdugos o príncipes. Posiblemente, también, no esté de más poner más de un final a nuestras historias. 


Contar cuentos no es malo, siempre que sepamos que un cuento es lo que es y nunca más, ni nunca verdad. Eso sí, puede servirnos para seguir viviendo con cierta despreocupación una vida que de otro modo nos colocaría en un lugar del que queremos escapar.


¿Y qué cuento te cuentas tú hoy?






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