Domingo
anterior
Alargó
su mano y cogió con fuerza la muñeca de aquel hombre que volvía al pasado con
plena consciencia.
.-¡¿Te
acuerdas…?!...¿¿Esto si lo recuerdas?...Los gritos del doctor asustaron a la
temerosa acompañante que se levantó ansiosa por alcanzar la puerta.
Owen
gritó de nuevo.
.-¡Quieta!.
De aquí no sale nadie!. (…)
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Domingo
08/11/2015
A
cientos de kilómetros, Steve se despertaba de una profunda siesta después de
una larga comida de negocios. Miró el reloj y sorprendido por el tiempo que
había pasado durmiendo se tiró de la cama repentinamente.
Estaba empapado en sudor y una desagradable
sensación le invadía el alma. Su boca amargaba intensamente y apenas podía
mover el cuello. Sin duda había tenido una pesadilla. Se dispuso a darse una
ducha para despejar aquella sensación de malestar que le salía por todos los
poros de su piel en busca de alivio.
Mientras
abría los mandos del grifo llegó a su mente la imagen de Owen. Sin duda había
soñado con él. No podía recordar nada.
Visualizaba
a su compañero de facultad con nitidez. Habían pasado muchas horas, juntos.
Habían debatido hasta la saciedad las bondades y maldades de la mente humana.
Habían
reído, bebido y amado al mismo tiempo y hasta la misma mujer.
Su
amistad siempre había estado por encima de las vicisitudes del momento.
Solamente un destino imprevisto ligado al trabajo y aquel secreto compartido,
los mantenía lejos.
Hacía
mucho tiempo que no sabía nada de él. Aquel sueño le había traído a su memoria y de nuevo
aquella angustia antigua que en esos momentos sentía otra vez.
Se
dio una ducha rápida y salió dispuesto a llamarle.
Creía
en los presentimientos y aquel era el más fuerte que había tenido nunca.
Se
dirigió a la caja fuerte que se escondía tras un mueble bar al fondo de su despacho.
Steve
era un prestigioso abogado matrimonialista. Se había afincado en París desde
hacía doce años. Los mismos que no sabía nada de Owen. Lo habían establecido
así cuando se hizo cargo de aquella pequeña libreta de su amigo. Nadie debía
relacionarlos a menos que la situación fuese lo suficientemente grave para
justificar una llamada.
Se
detuvo ante el teclado donde debía marcar el número secreto para abrirla.
Dudaba si aquel sueño era suficiente para hacerlo. Algo le decía en su interior
que necesitaba su ayuda. De pronto, alguien llamó a la puerta.
.-
Señor, le llaman por la línea privada.-El abogado abrochó su albornoz azarosamente
y salió del despacho dejando la portezuela de la caja fuerte semiabierta.
.-
¿Le han dicho alguna cosa?
.-
Solamente que le dijese al señor que ha comenzado “la cuenta atrás”. –Steve palideció.
Salió apresuradamente en busca del teléfono que reclamaba aquella misteriosa voz
que no se había identificado. Aún le dio tiempo a preguntarle a la asistenta.
.-
¿Era voz de mujer?.- La asistenta movió la cabeza asintiendo. Steve comenzó a
sudar nuevamente. Cogió el teléfono tembloroso para encontrarse, tras tantos
años, con aquella alevosa mujer llena de odio.
.-
¿Eres tú?.- Nadie contestó. El abogado comenzó a repetir esta frase cada vez en
voz más alta. No hubo respuesta en ningún caso. No era necesario. El mensaje
estaba dado. Ahora sabía que debía llamar a su amigo sin remedio. (…)
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