Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 8 de noviembre de 2015

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo)



Domingo anterior

Alargó su mano y cogió con fuerza la muñeca de aquel hombre que volvía al pasado con plena consciencia.
.-¡¿Te acuerdas…?!...¿¿Esto si lo recuerdas?...Los gritos del doctor asustaron a la temerosa acompañante que se levantó ansiosa por alcanzar la puerta.
Owen gritó de nuevo.
.-¡Quieta!. De aquí no sale nadie!. (…)

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Domingo 08/11/2015

A cientos de kilómetros, Steve se despertaba de una profunda siesta después de una larga comida de negocios. Miró el reloj y sorprendido por el tiempo que había pasado durmiendo se tiró de la cama repentinamente.
Estaba  empapado en sudor y una desagradable sensación le invadía el alma. Su boca amargaba intensamente y apenas podía mover el cuello. Sin duda había tenido una pesadilla. Se dispuso a darse una ducha para despejar aquella sensación de malestar que le salía por todos los poros de su piel en busca de alivio.

Mientras abría los mandos del grifo llegó a su mente la imagen de Owen. Sin duda había soñado con él. No podía recordar nada.

Visualizaba a su compañero de facultad con nitidez. Habían pasado muchas horas, juntos. Habían debatido hasta la saciedad las bondades y maldades de la mente humana. 

Habían reído, bebido y amado al mismo tiempo y hasta la misma mujer. 

Su amistad siempre había estado por encima de las vicisitudes del momento. Solamente un destino imprevisto ligado al trabajo y aquel secreto compartido, los mantenía lejos.

Hacía mucho tiempo que no sabía nada de él. Aquel sueño  le había traído a su memoria y de nuevo aquella angustia antigua que en esos momentos sentía otra vez.

Se dio una ducha rápida y salió dispuesto a llamarle.

Creía en los presentimientos y aquel era el más fuerte que había tenido nunca.

Se dirigió a la caja fuerte que se escondía tras un mueble bar al fondo de su despacho.

Steve era un prestigioso abogado matrimonialista. Se había afincado en París desde hacía doce años. Los mismos que no sabía nada de Owen. Lo habían establecido así cuando se hizo cargo de aquella pequeña libreta de su amigo. Nadie debía relacionarlos a menos que la situación fuese lo suficientemente grave para justificar una llamada.

Se detuvo ante el teclado donde debía marcar el número secreto para abrirla. Dudaba si aquel sueño era suficiente para hacerlo. Algo le decía en su interior que necesitaba su ayuda. De pronto, alguien llamó a la puerta.

.- Señor, le llaman por la línea privada.-El abogado abrochó su albornoz azarosamente y salió del despacho dejando la portezuela de la caja fuerte semiabierta.

.- ¿Le han dicho alguna cosa?

.- Solamente que le dijese al señor que ha comenzado “la cuenta atrás”. –Steve palideció. Salió apresuradamente en busca del teléfono que reclamaba aquella misteriosa voz que no se había identificado. Aún le dio tiempo a preguntarle a la asistenta.

.- ¿Era voz de mujer?.- La asistenta movió la cabeza asintiendo. Steve comenzó a sudar nuevamente. Cogió el teléfono tembloroso para encontrarse, tras tantos años, con aquella alevosa mujer llena de odio.  

.- ¿Eres tú?.- Nadie contestó. El abogado comenzó a repetir esta frase cada vez en voz más alta. No hubo respuesta en ningún caso. No era necesario. El mensaje estaba dado. Ahora sabía que debía llamar a su amigo sin remedio. (…)







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