Todos
tenemos una burbuja mental que puede servirnos de despensa y reserva. Un lugar
donde resguardar lo que queremos. Un espacio vacío solamente lleno de lo
nuestro.
Cuando
escucho a la gente abrazar un imposible se que lo hacen desde esa burbuja. Es
como si en ella todo lo que se desea tuviese existencia real.
Durante
mucho tiempo me ha parecido algo estúpido desde mi sentido práctico. Para qué
abrir un lugar donde depositar lo improbable y lo insostenible. Por qué alentar
ilusiones que no llegarán a término.
Se
me hacía costoso de comprender. Mejor dosis industriales de profunda realidad.
Ahora
logro atisbar que en cierto modo es una defensa de nuestro cerebro para no
morir en ese crudo escenario, día a día.
Es
necesario soñar pero siempre teniendo los ojos abiertos. ¿Difícil?...No es fácil, pero sí necesario.
Quiero
soñar pero controlar el sueño. Quiero amar pero controlar la desesperación del
desamor cuando llega, quiero reír pero sin dejar de saber dónde están las
lágrimas y quiero volar pero sin dejar de ver la distancia al suelo.
La
burbuja de la mente puede, también, ser un lugar que siempre nos espera.
Callado, silencioso y nítido. Cálido y tierno. Lleno de dulces sensaciones
dispuestas a acunarnos.
No
necesitamos nada, en realidad. Todo está donde debe estar y por algo. No se
puede impedir la lluvia, ni atar las tormentas. No se puede pedir sinceridad
sin darla, ni amor sin regalarlo.
Todo
lo mejor de esta vida es gratis lo que no quiere decir que no cueste su
mantenimiento. Porque al fin y al cabo, en la dinámica de la existencia todo es
un intercambio. Sin precio pero con coste.
Si quieres recibir no hay más que empezar por dar.
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